Antonio Morlanes Remiro
PRESIDENTE DE ARAGONEX
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Sin terminar de salir de una terrible crisis, con la que llevábamos luchando más de diez años, con una política económica nefasta basada en la austeridad para conseguir que los países miembros de la Unión Europea retornasen a un déficit del 3%, que España no consiguió, aunque sí un dramático incremento de la desigualdad, una pandemia a nivel mundial se desencadenó en el pasado 2020.
La batalla sanitaria para evitar contagios y muertes, (lo que se pudiese conseguir ante un virus desconocido para todos), nos abrió las puertas a una nueva crisis económica de una magnitud que nadie recordaba.
En esta ocasión las naciones han intentado que la puesta en marcha de ayudas a empresas y trabajadores evitase un descalabro total. El Banco Central Europeo animó a los países miembros a gastar ―no podía repetirse el mismo error― y cada uno definió sus propios métodos de enfrentamiento a la caída económica: subvenciones, avales, ERTE, bajada de impuestos, ingreso mínimo vital, y de una u otra forma se iba evitando que el descenso fuese inasumible.
Actualmente vivimos con la confianza de la puesta en marcha de la economía que, con buen criterio, sigue dando prioridad a la salud, el tema es que la pandemia no se tome más vidas y poder reactivar la economía cuanto antes.
Hasta la llegada de ese momento la cuestión es conseguir todo tipo de protecciones contra la enfermedad, pero también es necesario que revisemos los modelos económicos, pues no todos responden de la misma manera frente a las crisis; en un país como Alemania, con un alto desarrollo industrial, las exportaciones en 2020 cayeron un 9,3%, sin embargo, en 2009 el descenso fue de un 18%.
Está claro que la diferencia, entre estos datos, se establece según el tipo de crisis en la que nos movemos, la actual corresponde a un parón de la economía para proteger la vida y salud, la de 2009 proviene de un enorme fallo financiero.
El modelo económico español está basado en el sector servicios que lidera el ocio, en especial el turismo. Es evidente que cualquier incidencia en la economía doméstica lo que menos nos cuesta es abandonar los gastos en vacaciones, viajes, restaurantes, comercio no esencial, etc. y, además, una vez terminada esa anomalía, lo último que se vuelve a recuperar es la inversión en ocio.
Esto es España: una industria minimizada. La aportación de la industria al PIB de Alemania es el 30,7%, la media de la Unión Europea es el 25,1% y España aporta el 20,5%, con territorios como Baleares y Canarias que se quedan en el 7%, solo Euskadi, Navarra, La Rioja, Aragón, Asturias y Cantabria superan el 20%.
Es evidente que estamos ante una fotografía de un país que nos recuerda a tiempos muy pasados, que a pesar de estar integrados en un proyecto como es la Unión Europea no somos capaces de conformar una situación de estabilidad suficiente.
Se nos llena la boca de que a cualquier declaración económica que se hace se le añade la apostilla de ―sostenible― y con esto damos por cumplida la tarea de reconfigurar el país y, sin embargo, puedo afirmar que nunca hemos estado tan equivocados. Los actores que deben conseguir vernos convertidos en otra figura de mayor potencia y mejor distribución son los políticos, pero estos dejan atascada la salida con discusiones de quién de todos ellos es más feo, lo nunca visto.
Siempre han existido concursos para lo contrario, ahora, lo que se lleva es ver quién se pone la corona de más feo y malo. Y esto, a nosotros los ciudadanos, ¿qué nos aporta?: desilusión y depresión.
Un dato curioso, aquí la apuesta es ver quién cobra más o menos impuestos a los ciudadanos, pero nunca nos explican lo que se nos ofrece a cambio: qué servicios, qué justicia social, qué modelo de convivencia; Está claro que esto no tiene interés, para ellos, me refiero.
Pero hagamos un breve repaso de nuestros socios con la relación que tienen de ingresos fiscales con respecto a su PIB: Francia el 46,2%, Dinamarca el 46%, Bélgica el 44,6%, Suecia el 44%, Finlandia el 43,3%, Italia el 42,4%, Alemania el 37,5% y España el 33,7%, desde Francia a nosotros más de 12 puntos porcentuales, con Alemania casi 4 puntos porcentuales, pero no obviemos que la media de la Unión Europea en la eurozona fue del 41,6% y nosotros aquí discutiendo sobre algo que no nos referencia para nada con nuestros socios más próximos, pero claro, es imposible hacerlo con una economía débil que ante cualquier problema no se enfría, coge una neumonía.
Quiero insistir en dos puntos; el primero, tenemos un sector, el turismo, que está basado en la oportunidad que la naturaleza nos ha dado y que nosotros estamos aprovechando, sostengámoslo y démosle una rehabilitación adecuada. No se trata de que vengan muchos millones de visitantes, que está bien, lo importante es ofrecerles un marco propio a la economía del ocio, de alta calidad.
El segundo es lo que ya enunciaba al inicio de este artículo: apostemos por mayor industria, competitiva y nuestra. En la actualidad la que tenemos está basada, de manera muy importante, en el sector del automóvil y, mientras sea posible, no solo debemos mantenerla, es fundamental que la incrementemos con la modernización que ya se anuncia: el automóvil del hidrógeno verde; pero además de esto, apostemos con solvencia en las energías limpias como apoyo al avance empresarial y al bienestar familiar.
Para terminar, y de manera muy especial, valoremos algo que nos hace únicos: la industria agroalimentaria, nadie puede competir en conseguir materia prima, hagamos de ella una transformación que nos aporte un valor añadido sin precedentes.
Por último, realicemos una ligera observación. En estos momentos estamos padeciendo la pandemia del Covid-19 que nos ha conducido a una crisis económica sin precedentes. El turismo no es que haya descendido, ha desaparecido; el comercio junto con el ocio se ha resentido de una forma muy contundente; la industria del automóvil también ha tenido su ligera caída, menos que lo anterior.
Entonces: ¿qué es lo único que no ha sufrido esta debacle?, la alimentación. Esta, y gracias a Dios, ha mantenido al alza el índice de inflación, pero es que tiene un secreto, no lo digan a nadie, no podemos dejar de comer, NUNCA, así que, si potenciamos el desarrollo de la industria agroalimentaria estableceremos un cinturón de seguridad ante cualquier otra crisis y, además importante también, resolveremos la incógnita de la España vaciada: ¿dónde se establecerá mejor la industria agroalimentaria que en esos lugares donde está la materia prima? Pues eso: ayudaremos a vertebrar este país con mejor desarrollo y mayor justicia social.
No dejemos que la España interior sea la pagana de nuestra falta de capacidad para hacer una fotografía en la que se nos vea en color.
Artículo incluido en la edición en papel de la revista Actualidad de las Empresas Aragonesas en marzo de 2021