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Quererse a uno mismo a través de una alimentación sana y variada

Laura Latorre Molins

Periodista

Seamos sinceros: ¿Nos alimentamos todo lo bien que deberíamos? ¿Caemos en alguna dieta milagro cuando se acerca el verano? ¿Por qué asociamos el comer sano con algo aburrido? ¿Cuándo nos proponemos comer mejor lo hacemos por salud o pensando en encajar en los cánones de belleza imperantes? ¿Somos conscientes de los riesgos que asumimos al abusar de productos ultraprocesados o ricos en grasas y azúcares? ¿Es verdad que para perder peso hay que pasar hambre?

La alimentación saludable es un tema que interesa cada vez a más gente y comer de manera sana y consciente no deja de ser una manera de expresar el amor por uno mismo y el autocuidado. Por todo ello, este mes he querido hablar con Susana Roy Rojano, experta nutricionista, para conocer algunas claves sobre la alimentación.

¿Podría hablarnos brevemente de su trayectoria profesional? ¿Qué le llevó a dedicarse a la nutrición?

Pertenezco a la primera promoción de la carrera de Nutrición humana y dietética que la Universidad de Zaragoza imparte en Huesca, allá por el año 2001. Comienzo mi andadura profesional en 2005 tras haber realizado mis prácticas como dietista en el departamento de I+D del grupo Novapan. Enseguida mi vocación me llevó a establecer mi propia consulta y a realizar la promoción de la salud a través de la alimentación. 

Posteriormente completé mi formación realizando el máster de mindfulness perteneciente a la Universidad de Zaragoza que marcó finalmente la diferencia en el abordaje que realizo con mis pacientes en consulta.

Siempre me había sentido atraída por el mundo de la salud, y dentro de la panoplia de estudios relacionados con ello, la nutrición, aún pareciendo hace años una contribución modesta a la promoción de la longevidad y de una buena calidad de vida, se está revelando como un instrumento indispensable para gozar de una vida saludable, y a mí me gustaría contribuir, en lo que me sea posible, a que la población tenga una relación consciente y amigable con su cuerpo, con su alimentación. 

Todo ello desde una base de mayor consciencia, de amor y respeto por su cuerpo y su salud y un acercamiento lúdico a su alimentación diaria.  Eso sí, hay que ir poco a poco. A los habitantes del siglo XXI se nos ha olvidado que la digestión comienza en la boca y que es necesario insalivar y masticar nuestra comida antes de realizar la deglución. Y aunque resulte gracioso, hay que recordarlo y recalcarlo. Gracias a Dios no tenemos que controlar el latido de nuestro corazón. No sé qué sería de nosotros. ¡Es un reto hermoso y ambicioso!

 

¿Qué es lo que más disfruta de su trabajo?

Sin duda la sensación de liberación que experimentan mis pacientes al comenzar a alimentarse de una forma saludable, sin estar obsesionados con el peso de los alimentos, sin necesidad de pasar hambre, sabiendo que una vez que liberamos nuestro día a día de productos que poco tienen de alimentos, los mecanismos de saciedad se agudizan, nuestro sentido del gusto recupera su agudeza y volvemos a saborear los productos naturales en su esplendor, que pueden disfrutar de una alimentación variada y rica en sabores y matices y que no han de estar constreñidos por un “peso ideal”.

La persona comienza a sentirse más empoderada y al encontrarse más vital suelen animarse a realizar más cambios en su estilo de vida, disfrutar de paseos al aire libre o a retomar cualquier práctica deportiva. De paso, si conseguimos llevar una vida con una mejor gestión de las situaciones estresantes tenemos ya la triada perfecta. 

La alimentación es uno de los ladrillos que construyen una buena salud, pero ha de ir acompañada con la implementación de acciones que incluyan un cambio de estilo de vida para obtener los mejores beneficios.

Aprender a comer es que me doten de herramientas, conceptos basados en evidencias científicas en relación a la alimentación, que me permitan llevar una alimentación variada, amena, saludable y sobre todo sostenible en el tiempo

A veces asociamos hacer dieta con el castigo o con comer poco o pocos alimentos y sin variedad, ¿a qué cree que se debe esta creencia?  

Bueno, procedemos de una cultura judeo-cristiana donde los grandes beneficios se obtienen tras pasar por grandes calamidades y penurias. Creo que ha llegado el momento de cambiar el paradigma, ¿no te parece? Aunque es sencillo comprender aquello que mejor le sienta a nuestro organismo no debemos olvidar que vivimos en una sociedad obesogénica. 

Somos descendientes de personas con perfectos metabolismos que conseguían retener la energía necesaria para sobrevivir a periodos de carestía. Unido a que eran necesarios importantes esfuerzos físicos en el día a día. Todo esto ha cambiado, vivimos en una sociedad en la que la actividad física no es imprescindible para sobrevivir y con una ingente variedad de alimentos de una densidad calórica inconcebible para nuestro cuerpo. 

Evolucionamos a lo largo de la historia para que nos atrajeran aquellos productos que contenían más azúcares y grasas, para poder sobrevivir. Gracias a ello llegaron a la edad reproductiva y hemos llegado hasta aquí. La industria de la alimentación lo sabe, y carga cualquier producto con grandes cantidades de azúcares libres, grasas y aditivos.

Todo ello contribuye a que el cuerpo empiece a desconectarse de las sensaciones de saciedad y a que sea difícil hacernos conscientes de que esas dos palmeritas de chocolate contienen más energía que un plato enorme de verduras y hortalizas. 

Además de generar unas respuestas adictivas en el cerebro. Por ello, como en cualquier adicción, al principio nos va a costar soltar este tipo de alimentos que me provocan sensaciones tan intensas por un pequeñísimo periodo de tiempo y cambiarlos por unas borrajas y un pescado. 

Y no olvidemos la presión social que ejerce el grupo. Las invitaciones a fiestas, el alcohol imperante en las relaciones sociales…

¿Cuál es la diferencia entre hacer dieta y aprender a comer?

El concepto de dieta ha quedado ya obsoleto. Se trataría de una pauta restrictiva de alimentación para la consecución de un fin, y que debido a sus restricciones o a la exclusión de distintos grupos de alimentos, en algunos casos, no es sostenible en el tiempo. 

El paciente suele oscilar a modo de péndulo entre la idea de “estoy a dieta draconiana” y tras verse vencido y desesperado por el hambre o por el aburrimiento vuelve a inclinarse hacia una alimentación rica en productos superfluos pero que le proporcionan cierto placer. Y así encontramos a pacientes que te dicen que llevan “toda la vida a dieta”. 

Aprender a comer es que me doten de herramientas, conceptos basados en evidencias científicas en relación a la alimentación, que me permitan llevar una alimentación variada, amena, saludable y sobre todo sostenible en el tiempo. No es diferente lo que tiene que comer una persona con normopeso de lo que ha de comer una persona que sufre de obesidad. La alimentación saludable lo es para todo el mundo. (Dejando de lado alergias, patologías, etc.)

¿Cómo de importante es saber comer bien? ¿Somos conscientes de esta importancia?

Nos suena a todos que niveles de colesterol alto, o de triglicéridos, o la diabetes tipo 2, la hipertensión, algunos dolor articulares, infartos, déficits de B12, anemias, ictus, problemas psicológicos derivados del padecimiento de obesidad, asociación entre consumo de carnes rojas y algunos tipos de cáncer tienen que ver con la alimentación, con nuestro peso, con nuestra cantidad de grasa corporal y el estilo de vida y queremos mantenerlas lo más alejadas de nosotros.

Estamos continuamente bombardeados por mensajes que por un lado te hacen sentir mal y culpable si no tienes la talla adecuada, pero por otro lado me animan a consumir productos que poco tienen que ver con una alimentación saludable y muchas veces nos agarramos a estos últimos reclamos. 

El mensaje de los dietistas irá calando poco a poco. Pero aún falta. Poca gente está dispuesta a escuchar que el único alcohol saludable es el que no bebo cuando toda celebración se riega en él. Poco a poco el mensaje se irá interiorizando.

También se suele asociar el hacer dieta con adelgazar por cuestiones estéticas, dejando la salud en segundo plano. Por eso, ahora que llega el verano surgen dietas milagro y todo tipo de productos que prometen resultados maravillosos con pocos esfuerzos. ¿A qué peligros nos arriesgamos con este tipo de regímenes y productos?

Normalmente cuando la decisión de realizar un cambio dietético solo está basada en motivos estéticos, y no en un profundo respeto a nuestra salud, suele evidenciar ciertas carencias, promovidas por la publicidad, en la que buscamos sentirnos bien gustándole básicamente a los demás, sometiéndonos a cualquier procedimiento por loco que pueda parecer para encajar en el molde social y poder ser capaz de querernos. 

Uno se tiene que querer y adorar con 150 kg o con 48kg. Y desde el un amor profundo por nosotros querer mejorar nuestra alimentación para vivir libres de patologías el mayor tiempo posible. Y que el tratamiento farmacológico para patología crónica llegue lo más tarde posible. No hay magia ni trucos extraños: aprendemos a comer saludable, acompañamos de actividad física y aceptamos nuestro cuerpo con todo el respeto que se merece. 

El resto, tiranía, dietas que a veces nos pueden llevar a estados carenciales de algún elemento, o que en el peor de los casos pueden venir acompañados de suplementaciones dietéticas de las que no hay evidencia científica ni conocemos sus efectos secundarios.  

Hay que poner nuestra salud en manos de personas cualificadas, puedo hacer un aprendizaje de conceptos erróneos, que a la larga me darán problemas de salud, y además perder rápido no es perder mejor. Estresarás tu organismo y lo recuperarás a la mínima.

Normalmente cuando la decisión de realizar un cambio dietético solo está basada en motivos estéticos y no en un profundo respeto a nuestra salud, suele evidenciar ciertas carencias, promovidas por la publicidad, en la que buscamos sentirnos bien gustándole básicamente a los demás

Precisamente en época estival, ¿qué alimentos y qué platos saludables nos recomienda preparar?

Bueno, en breve llegarán las altas temperatura y qué mejor que preparar maravillosas ensaladas y gazpachos clásicos o creativos. Utilizar legumbres y pasta o arroz integrales para hacer ensaladas combinadas con pescado azul o huevo duro y utilizarlas como sustitutos de la carne o del pescado, ofreciendo una fuente de proteína y un sabor refrescante. También escabechados que podemos preparar el día anterior y tomar fresquitos de la nevera. Hacer nuestros propios helados con yogur y fruta troceada.

En estos meses que son tan propicios para tomar algo en una terraza para combatir el calor, ¿qué bebidas podemos tomar para no abusar de cervezas o refrescos?

La única bebida diseñada expresamente para saciar nuestra sed y que nuestro organismo sobreviva es el agua. Por supuesto cuando hacemos vida social, podemos tomar té helado, café con hielo, rooibos o cualquier infusión con hielo. Pero incluso podemos aderezar un poco el agua, en una copa bonita, con hielo rodajita de limón, hierbabuena… Cualquier refresco está descartado, lo mismo que los zumos (naturales o no) o el alcohol.

Este ha sido un año extraño, con un confinamiento, restricciones de movilidad etc. ¿Qué ha notado en sus pacientes? ¿La desmotivación o la angustia de la situación ha llevado a la gente a cambiar la forma en la que se relaciona con la comida?

Al principio, mientras duró confinamiento a las familias les dio por cocinar, pero, por desgracia, fueron pan blanco y dulces en su mayoría. Entendieron que era una manera de llevar entretenimiento para llenar las horas y algo de alegría a sus casas (cuando éramos pequeños y celebrábamos algo nos daban un dulce, así que dulce=fiesta). 

Claro, ello llevó a un aumento de peso en muchas de esas familias. Ya después del verano de 2020 las personas se dieron cuenta de que esta situación se iba a mantener por un periodo más largo del que suponían y en consulta los pacientes que han acudido han gestionado sus comidas de hecho con menos interferencias de lo habitual pues mucha gente rehuía aún las reuniones sociales en torno a la comida por la pandemia. 

Me imagino que, tras vacunación masiva, habrá un repunte de “celebraciones” y por ende un repunte de peso, y finalmente todo volverá a la normalidad y volveremos a gestionar con más prudencia.

Algunas de las falsas creencias con las que suelo encontrarme son que para adelgazar hay que pasar hambre, que la lechuga engorda o que los zumos son sanísimos

Cuéntenos cinco errores o falsas creencias se suele encontrar habitualmente en la consulta.

Para adelgazar hay que pasar hambre, sería la primera. Otras creencias son, por ejemplo, que engorda más el aceite si lo calentamos que si lo tomamos en crudo. Que la lechuga engorda sería una de las más repetidas. Que para adelgazar no se pueden tomar legumbres. Otra es que los zumos son sanísimos, que tomar miel previene los catarros, que es bueno tomar agua con limón en ayunas, que hay que tomar leche para obtener el suficiente calcio o que la dieta vegana o vegetariana es contraproducente…

¿Cree que hace falta educar más en valores nutricionales desde edades tempranas?

Incluir la figura del dietista nutricionista en los colegios, e incorporar esta formación en su currículo, y no solo a nivel teórico, sino en un amplio sentido. Qué comprar, y qué no. Qué tener en casa y que no tener. Como cocinar los alimentos. Cómo comer, pautas en la mesa… Los niños tienen una gran plasticidad neuronal y es el momento perfecto para comenzar. 

Por supuesto, haciendo participes también a los padres, los cambios no serían solo para los niños; toda la familia se implicaría en el cambio de hábitos. Los niños hacen lo que ven, no lo que decimos. No podemos generar una sociedad en la que dispongamos de tan poco tiempo y energía que no tengamos tiempo para proveernos de una comida saludable, preparada con amor y respeto, por nosotros y por los productos que el planeta nos brinda para garantizar nuestra supervivencia y salud.

¿Hay alguna cosa que le gustaría añadir?

Que no añadamos más sufrimiento al que la vida pueda ya traernos considerando que nuestro cuerpo no es bonito, o no es aceptable. No confundamos belleza y salud. Puedo tener un peso adecuado, con una proporción de grasa adecuada, realizar ejercicio y que mi cuerpo esté perfectamente sano, pero no se parezca al modelo imperante.  

Hay belleza en todos los cuerpos, y más si me siento radiante, vital y con energía.  Si no disfruto de mi cuerpo con 70 kg, no lo haré con 60. Un cerebro especializado en buscar imperfecciones, cuando hayamos logrado tener un peso más saludable, te hará saber que tus patas de gallo ahora se ven más y te generará una nueva insatisfacción. 

Ahí la aplicación de mindfulness y terapia de compasión pueden ser de gran ayuda. No rechazamos la propuesta mental, la dejamos pasar con agradecimiento, y nos reafirmamos en que, de hoy en adelante, estamos al mando y decidimos querernos…siempre.

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