Antonio Morlanes Remiro
PRESIDENTE DE ARAGONEX
aragonex@aragonex.com · www.aragonex.com
Creo que hoy es difícil encontrar a alguien que no sea capaz de hacer una definición, al menos aproximada, de lo que significa el medio ambiente. Lo encontramos de forma permanente en todos los momentos de nuestras vidas: debates políticos, sociales, tertulias de amigos y, lo que es bastante común, casi todos son partidarios de llevar a cabo acciones para su protección, sin embargo, nadie asume responsabilidad alguna sobre su deterioro y degradación.
Considero que está bien, como idea de implicación educativa en este tema, que la mayoría de nosotros seamos conscientes de que cuando abandonemos este planeta deberá seguir ahí como elemento protector de las siguientes generaciones, por tanto, es responsabilidad de quienes en cada momento estamos aquí proteger y guardar la naturaleza, que, a su vez, nos brinda ser nuestra casa.
Cada vez que, como países, nos enfrentamos a este dilema nos aparecen los mismos condicionantes: el coste que los diferentes sistemas de protección del medio ambiente tiene, y cómo eso va a repercutir en las economías nacionales; la incidencia que en la productividad de las economías adquiere, por lo que se producirá una devaluación de esta frente al consumo y cuyos precios tendrán una tendencia al alza.
Es imprescindible dar el giro de forma real hacia la economía circular generando una permanente función de recuperación de la riqueza
Analicemos los dos anteriores condicionantes. El primero: no es discutible que los sistemas de protección tengan un coste, pero claro, esto sucede cuando no somos respetuosos con el medio ambiente, si asumimos esa responsabilidad de manera individual, porque así hemos sido educados, poca protección institucional se necesitará ya que la naturaleza no se estará viendo agredida.
El segundo tiene una especial condición: el modelo de consumo debe transformarse, no es posible continuar con una economía lineal cuyo funcionamiento está basado en el agotamiento de los recursos.
Es imprescindible dar el giro de forma real hacia la economía circular generando una permanente función de recuperación de la riqueza, tanto a través del reciclaje como de la valorización de los residuos.
Me atrevería a decir que, con todo lo aquí escrito, no he descubierto nada nuevo para quienes estén leyendo este artículo, pues lo estamos viendo, oyendo, percibiendo y viviendo de forma continuada en nuestra sociedad, pero la cuestión está en el significado que esto tiene y cómo lo recibimos y entendemos, porque si no todo quedará en agua de borrajas, como cuando vamos a un funeral y damos el pésame a la familia del difunto, sin duda, que lo hacemos de manera sentida, pero seamos sinceros esta pena dura lo que la escena, al final la vida continúa y como dice el refrán: “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”.
Solo es necesario que seamos capaces de mentalizarnos en nuestra responsabilidad personal en la conservación del medio ambiente, y no recurramos a la artificialidad de lanzar la pelota hacia otros lugares
Con el medio ambiente y su protección sucede lo mismo. Todos estamos convencidos de que es necesario salvaguardarlo, pero tomar parte activa en ese papel es más complicado. Hemos creado una forma de vida de tal complejidad que, para transformarla en operaciones que se encaminen a la conservación de la naturaleza, deberíamos ser capaces de renunciar a todo un conjunto de acciones que componen nuestra actual forma de vida, y no es que por ello vayamos a retroceder en el tiempo y volver a sistemas diferentes de entender cómo deben de ser los pueblos.
Solo es necesario que seamos capaces de mentalizarnos en nuestra responsabilidad personal en la conservación del medio ambiente, y no recurramos a la artificialidad de lanzar la pelota hacia otros lugares (léase echar balones fuera), gobiernos, sectores económicos, etc., todo esto es la consecuencia de nuestras permanentes demandas.
Hay algo sobre lo que sería necesario reflexionar y ante todo partir de una clara convicción: los seres humanos, nuestra especie, no estamos en este planeta con el papel de amo y señor de todo, y que el resto de las especies, de cualquier reino, esté a nuestro servicio. No es así. Estamos compartiendo con el resto la manera más racional de hacer que nuestros periodos de existencia sean lo más racionales posible.
Es verdad que nosotros por nuestra evolución incidimos de manera diferente en el conjunto de la naturaleza, pero también por nuestra capacidad intelectual, por tanto, es preciso que este hecho se haga de la manera más positiva posible y menos trasgresora; todos los que formamos parte del planeta tierra conjugamos y complementamos intereses, y todo ello basado en el respeto y la responsabilidad.
Solo es necesario que seamos capaces de mentalizarnos en nuestra responsabilidad personal en la conservación del medio ambiente, y no recurramos a la artificialidad de lanzar la pelota hacia otros lugares
El momento de desigualdad económica y social que vivimos se está incrementando de manera continuada. Debemos aceptar que es muy difícil que a quien le es muy complicada su supervivencia, además, le hagamos responsable de lo que sucede en nuestro entorno.
Ninguna especie sufre esa injusticia de desigualdad, por tanto, debemos ser capaces de trabajar por una mejor redistribución de la riqueza; la acumulación de bienes que tienen unos pocos se me asemeja a las historias del pato Donald cuando visitaba al tío Gilito: se bañaba en dinero en el interior de una caja fuerte, pues supongo que alguna perversión de estas es lo que harán los que acumulan y ni comparten ni invierten.
Si fuésemos capaces de mantener un cierto equilibrio social estaríamos en un escenario más reconfortante para todos. No adjuro de la existencia de ricos siempre y cuando sea en términos de moderación y creación, sí lo hago de la pobreza y la miseria de nuestros conciudadanos limitados casi siempre por el lugar dónde les ha tocado vivir.
Sería un éxito de nuestra especie que la riqueza se repartiese de forma equilibrada y, lógicamente, que esto sucediese por todo el planeta. No tengamos duda de que este respeto por las personas garantizaría al máximo una total convivencia con la naturaleza. ya que todas ellas lo son con independencia del lugar, color, creencias y, por supuesto, sexo.