Profesor Titular de la Facultad de Veterinaria, Universidad de Zaragoza
http://winepi.net/covid19.htm
Hasta el momento la estrategia seguida en la mayoría de los lugares para controlar la pandemia de Covid-19 se ha articulado sobre tres ejes. En primer lugar, la instauración de medidas para reducir la transmisión viral que han evolucionado desde el confinamiento domiciliario y la restricción de movimientos hasta la limitación de aforos, la reducción de horarios, el uso de mascarillas y la ventilación de espacios cerrados.
En segundo lugar, la identificación de infectados para cortar las cadenas de transmisión mediante rastreo, diagnóstico precoz y establecimiento de cuarentenas. Y la tercera, la reducción del impacto clínico de la infección en la población mediante la administración de vacunas y la utilización de protocolos terapéuticos con medicamentos que permitan tratar precozmente a los infectados.
Los tres ejes son complementarios y necesarios para controlar eficientemente esta pandemia sobre todo ante la aparición de variantes potencialmente más transmisibles y/o más patógenas.
Me gustaría centrarme en la estrategia de rastreo aplicada en la mayoría de lugares que está basada en la identificación de los contactos estrechos de una persona positiva en las 48 horas previas a su diagnóstico. Aquí nos topamos con uno de los principales problemas, ya que en casos en que la detección de ese positivo se realice de forma tardía (cuando ya se han manifestado los síntomas) es posible que el periodo infectante sea superior a esas 48 horas, e incluso muy superior tal y como se está comprobando en el caso de la variante Delta.
Es decir, tendríamos que elaborar un listado más amplio de contactos estrechos y remontarnos a los 4-5 días previos al diagnóstico. Eso implica que sería precisa una logística más compleja para lograr hacer su seguimiento de la forma más inmediata posible.
Otro problema es que identificar como positivo un contacto estrecho 5 días después es muy ineficiente ya que ha creado su propia red de contactos potencialmente infectados. En fases de baja incidencia este rastreo basado en identificar a quién has podido contagiar es viable, pero con altas incidencias no es factible por falta de recursos.
Además, la decisión más común ha sido apostar todo al rastreo prospectivo, desestimando la posibilidad de un rastreo retrospectivo buscando la persona que ha podido infectar a ese positivo debido a su excesiva complejidad y coste.
Sin embargo, en algunos lugares han optado por otro tipo de metodología en la que se intenta identificar los lugares en los que ha estado la persona positiva remontándose no solo al periodo infectante (para localizar posibles futuros infectados) sino al periodo de infección (para intentar identificar la fuente del contagio).
Conocer los lugares donde ha estado un infectado cumple un doble propósito a la hora de definir las cadenas de transmisión, ya que permitiría definir lugares de riesgo e identificar contactos estrechos, aunque para este último caso se necesitaría un registro de entrada y salida de personas a un determinado establecimiento (hostelería, espectáculos, gimnasios, comercios, centros de trabajo, colegios y universidades) que permitirá su localización en caso de coincidir en dicho lugar en la misma franja horaria que la persona infectada.
Adicionalmente, saber los sitios donde se producen los contagios (y en los que no se producen) facilitaría la evaluación de la eficacia de determinadas medidas preventivas (ventilación natural, filtración del aire, uso de radiación ultravioleta, desinfección…) que podría dar lugar a definir de forma objetiva nuevos procedimientos que permitan una mayor reducción de la transmisión del virus.