Hablemos de economía
Antonio Morlanes Remiro
PRESIDENTE DE ARAGONEX
aragonex@aragonex.com · www.aragonex.com
Son ya muchos años de andar por la vida y debo confesar que con, mayor o menor acierto, he ido gestionando todos mis momentos según mi criterio y necesidades. Creo que no he dejado pasar muchos de ellos sin que los haya utilizado para lo que he considerado más adecuado en mi tránsito como persona. Son estos tiempos en los que estamos inmersos los que me están creando mayor confusión. Hemos convertido nuestra vida en una realidad virtual, hemos creado avatares para permanecer en ese mundo paralelo y nos engañamos al disfrutar de una vida que no es la que nos corresponde vivir.
Es posible que si hiciésemos una comparativa de la calidad de vida entre los habitantes de Ucrania y nosotros daría como resultado que la nuestra es bastante peor que la de ellos (¡Inexplicable!). Estamos viendo sectores económicos de todo tipo protestando ante la sociedad por lo mal que lo están pasando, que malviven en una descomposición absoluta y que es necesario que todos los demás hagamos algo para paliar su sufrimiento, pero la cuestión sería: a quién demandamos el qué si todos estamos mal.
La verdad es que necesitamos volver a la realidad, abandonar ese paralelismo irreal y aceptar que somos los únicos actores para hacer una sociedad tal y como deseamos que debería ser. El individualismo está bien y tendría que desarrollarse, pero también es importante entender que la convivencia se hace en unión del conjunto.
Debemos aceptar que nuestros costes materiales lo son para todos, aunque es cierto que en diferente medida, así pues cuando se nos cuenta cómo el coste de la energía nos va a maltratar se hace en unas dimensiones que por lo general no entendemos.
Nos dicen los medios de comunicación: “La electricidad hoy supera los costes más altos de la historia. Cotiza a 300 euros el megavatio” y, nosotros pobres mortales, no salimos del susto. Sin embargo, lo que no nos comentan es que los ciudadanos pagamos la energía por kilovatio (kW) que es la milésima parte del megavatio (MW). Tampoco nos explican que lo normal es que una vivienda estándar gaste 15 kW al mes, así que hagamos cuentas. Y cuál es la razón por la que se obvia tanta información, muy sencillo: esa noticia ni impacta ni asusta. Ahora con el acuerdo de limitar el coste del gas a 50 euros, el precio del MW se estabilizará entre 100/140 euros.
Pero no pensemos que aquí termina todo. Tenemos trampas para hacer una colección de lo más completa y las utilizamos sin pudor alguno. Una de esas artimañas es la referenciada a lo que cada uno percibe por su trabajo: la negociación por los salarios entre la patronal y los sindicatos es la forma más perfecta de que sigamos pensando que cualquiera de esas organizaciones tiene un papel fundamental para, lo que ellos llaman, sus representados.
Lo cierto es que deberíamos conseguir hacer un camino en el que se pudiese llegar a entender que empresarios y trabajadores tienen intereses comunes y al conjugarlos el beneficio es indiscutible.
Si ponemos encima de la mesa que los salarios de la alta dirección de las empresas se incrementaron un 18,12% en 2021 con referencia a los de 2020, mientras que los de los empleados lo hicieron en un 2,58%, me pregunto ¿cómo los primeros tienen integridad moral para hacer esa negociación? Revisando los sueldos de los CEO de las empresas de cotización en bolsa vemos que estos cobran unas 80 veces más que sus trabajadores, claro está que la responsabilidad debe de tener una diferencia dineraria, pero ¿cuál es el límite?
La verdad, no lo sé, pero sí sé que los que más perciben pagan menos a la seguridad social (incongruencias de la vida: los que cobran por encima de 50.000 euros anuales no cotizan nada por el sobreingreso). Y para rizar el rizo: el alza de los tipos de interés, necesario para combatir la inflación, manifiesta una incidencia menor en estos ejecutivos, pues el porcentaje que tiene sobre sus ingresos es mucho menor si de costes hipotecarios hablamos. Y como no hay dos sin tres nos metemos de lleno en la tan reclamada bajada de impuestos.
Esta propuesta, que tiene tanto cuórum entre unos y otros, supondría un decremento en los servicios que demandan los trabajadores que perciben un salario menor de 50.000 euros anuales, por tanto, la rebaja en las tasas tendría un resultado de empeoramiento para ellos. Tan es así que el Fondo Monetario Internacional aconseja no bajar los impuestos, ¡ahí lo dejo!
Estamos inmersos en una sociedad del aprovechamiento egoísta que se sustenta en discursos de alta moralidad sin conducción hacia ninguna parte. Mientras no seamos capaces de entender que vivimos en una dimensión que tiene como fin principal ser capaces de dar sentido a nuestra especie, aceptar que vivimos de prestado, que solo somos dueños de nuestros actos y que estos nos mostrarán cómo somos ante el resto, no daremos con la tecla de la auténtica convivencia.
No debemos engañarnos y adquirir roles que nos alejen de nosotros mismos. Crear avatares como excusa a lo que sabemos que no es correcto y presentarlos como quienes actúan en negativo con referencia al bien común, es en definitiva un mal sistema que nos aleja de la realidad.
Por tanto, cuando vienen momentos de crisis y aceptamos que la mejor forma de actuar es complementarnos entre todos y determinar las soluciones que benefician al conjunto, la realidad será mucha más productiva. Si solo gastamos esfuerzos para nuestro propio beneficio caeremos en el pozo de la confusión y al final no sabremos cuál es la verdadera dirección de nuestras vidas.