Hablamos de Economía
Antonio Morlanes Remiro
PRESIDENTE DE ARAGONEX
aragonex@aragonex.com · www.aragonex.com
Un antiguo proverbio Chino dice que cuando el sabio señala la Luna el necio se queda mirando el dedo. Esto es lo que nos viene sucediendo. Como al necio del proverbio, nos quedamos centrados en las superficialidades que nos vienen aconteciendo y, aunque tengan el valor y la importancia suficiente para no desperdiciarlas, debemos ser conscientes de que vivimos en una globalidad de condiciones que deben tener nuestra permanente atención.
El mundo no es un conjunto de parcelas aisladas unas de otras, sin embargo, es lo que pretende e injustamente hace un grupo minoritario de los habitantes del planeta, que además se identifican por tener una situación de bienestar por encima del resto. A pesar de que, como ya he referido en más ocasiones, las fronteras no responden a otra cosa que ambiciones espurias de los grupos mencionados, debo insistir que para la gran mayoría de los habitantes de la Tierra no tienen más consideración que el sentimiento de saber dónde se nació.
Pero volviendo a la Luna que indicaba el dedo: ¿cómo nos preocupa cuántas personas habitamos la Tierra y cuál es su distribución territorial? Creo que poco y, sin embargo, es un tema que condicionará nuestro futuro de manera muy radical. En estos momentos habitamos este mundo unas 8.000 millones de personas, con casi medio millón de nacimientos y unas doscientas mil muertes al día, interesante proporción, pero muy asimétrica. A principios del siglo XX Europa tenía el 20% de la población mundial, en estos momentos somos el 8% y se prevé que en 2050 seamos el 5%; la superficie de la Tierra, no contemplando el agua marina, es de 136 millones de kilómetros cuadrados, de los cuales 10 millones corresponden a Europa en su totalidad, ocupando España una superficie de 500.000 de los anteriores.
Pues bien, con estos datos hagamos una fotografía del mundo que dejaremos a las siguientes generaciones con las preocupaciones tan temporales e individuales que tenemos. Si no llegamos a comprender que, por encima de lo que sucede cada día, lo que importa es la estructura de la casa muy por encima de que si el sofá es lo suficientemente cómodo, estaremos abocados al hundimiento de esa vivienda que llamamos convivencia de todos.
Para dar sentido a esto, tomemos como ejemplo lo que sucede con la población que conformamos la sociedad y por derivación, por su importancia, con la oferta de puestos de trabajo. En España, a día de hoy, disponemos de unos 109.000 empleos que las empresas tienen imposibilidad de cubrir, ocurriendo lo mismo en muchos países de la Unión Europea y es que, al margen de los índices de paro, esta carencia se produce por un desequilibrio en la población activa, que tiene una grave tendencia a disminuir con relación al resto. El índice de fecundidad en España es de 1,19 hijos por mujer, en cifras absolutas, en el año 2021 nacieron 5.068 niños menos que en 2020.
Además nos encontramos con cambios muy importantes en los modelos de producción. Los empleos se transforman y aparecen otros nuevos basados en las tecnologías y, por tanto, es necesario que los recursos humanos tengan una formación, que en buena medida no pueden aportar, y los trabajadores jóvenes, que se necesitan en las empresas, ofrecen una cualificación que no encaja en las demandas solicitadas.
Esta es una de las asignaturas pendientes a la que hay que dar una solución que no esté basada en las necesidades del momento y que se entienda que no solo se trata de realizar una reforma laboral, sino que además sería necesario preparar a las siguientes generaciones educándolas y formándolas adecuadamente y entender que mediante la protección y ayuda necesaria a la familia, sería preciso que el crecimiento vegetativo fuese la respuesta a las necesidades que el desarrollo de la sociedad demanda, entendiendo también que en ese crecimiento vegetativo debería incorporarse un porcentaje de inmigración que garantice dar respuesta al momento actual.
Además es importante que no se juegue a política con la configuración de las instituciones que componen el Estado, aquí me refiero a uno de los tres poderes: el judicial. No se deben mezclar asuntos tan importantes como la independencia de los jueces y el gobierno de los jueces. La primera garantiza que los jueces, cada uno de ellos, sean independientes en el dictado de sus sentencias y así se les debe reconocer y proteger; otra cosa es el gobierno de los jueces, es decir, el Consejo General del Poder Judicial. La Constitución lo define con total claridad y, además, el artículo 122.3 explica cómo se compone y elige el pleno de los 20 miembros que lo forman: 12 de ellos serán elegidos entre jueces y magistrados, no dice por jueces y magistrados (de ahí la importancia del entendimiento del uso de las preposiciones). El artículo 112.3 de la Ley Orgánica 2/2001 del Poder Judicial explicita en relación con la elección de jueces y magistrados para el Consejo General del Poder Judicial, que sus Asociaciones profesionales podrán presentar hasta el triple de los doce, para que, de entre ellos, sea el Congreso y el Senado quien realiza la elección final, además de posibilitar la presentación individual de un juez o un magistrado avalado por el 2% de los mismos en activo. Este es el modelo actual de elección, pero está definido por la Constitución que el nombramiento del gobierno de los jueces culminará en los representantes de la Soberanía Nacional, es decir, en el Congreso y en el Senado y esto no afecta en absoluto a la independencia de los jueces.
Si no somos capaces de que los cimientos y estructuras del Estado sean el escenario donde se represente la convivencia de los ciudadanos, de nada servirá ir dando soluciones puntuales a los problemas temporales. Esto debe producirse siempre dentro del modelo de una sociedad que nos acoja a todos. Entenderemos mejor los problemas y sus soluciones.