Se acabó
Covid y empresas
Profesor Titular de la Facultad de Veterinaria, Universidad de Zaragoza
http://winepi.net/covid19.htm
Como anticipaba en mi último artículo (https://www.aea.plus/2023/04/04/el-fin-esta-proximo/) el fin de la emergencia sanitaria estaba próximo, y efectivamente el pasado 5 de mayo la Organización Mundial de la Salud anunció el fin del nivel más alto de la alerta sanitaria tras 1.221 días. Eso no quiere decir que el SARS-CoV-2 se haya erradicado, ni vaya a dejar de dar problemas, sino que los problemas sanitarios que provoca se pueden gestionar sin saturar el sistema sanitario.
Sin duda es una buena noticia que seamos capaces de lidiar con un nuevo patógeno que se une a la multitud de otros patógenos con los que convivimos a diario. Sin embargo, no hay que olvidar que se trata de un patógeno que causa un cuadro clínico multisistémico (no es un simple resfriado) y que la pandemia de Covid-19 ha ocasionado una reducción de 2-3 años en la esperanza de vida, que en los últimos 40 años no había dejado de subir en todo el mundo.
Para el recuerdo quedarán medidas como el confinamiento domiciliario, la restricción de movilidad, el lavado y la desinfección de manos o el uso de mascarillas. No voy a entrar a discutir sobre si eran medidas acertadas, eficaces y/o legales, pero a posteriori es muy fácil criticar. También queda abierta la discusión sobre los procedimientos existentes para la autorización de vacunas y medicamentos, y otros aspectos tan relevantes como la aplicación de patentes, la compra acaparadora de fármacos por parte de los países más ricos, y la confusión sembrada sobre su eficacia y los posibles efectos adversos (que, como las brujas, “haberlos haylos”).
El acelerado desarrollo de la biotecnología en las dos últimas décadas ha sido una pieza clave para que la emergencia sanitaria sólo haya durado 3 años, pero la próxima podría no ser suficiente y necesitaremos combinar múltiples estrategias desde un enfoque multidisciplinar
Han ido perdiendo fuerza las discusiones sobre el origen natural del virus o su creación artificial en un laboratorio (algunos incluso afirman que el virus no existe), la fiabilidad de las distintas pruebas diagnósticas, la falta de transparencia en la publicación de datos epidemiológicos… y de lo que no cabe duda es que la sociedad se ha polarizado durante los últimos años, con posturas encontradas sobre todas estas cuestiones, y con infinidad de documentos que apoyaban uno u otro extremo.
Si alguna lección hemos aprendido es que son necesarios referentes científicos honestos para sobrevivir a la infoxicación (o infodemia) que ha acompañado a la pandemia de covid-19. Se ha olvidado que, en una evaluación de riesgo, la comunicación de ese riesgo es tan importante como la identificación de los peligros, la estimación del riesgo y sus consecuencias y la gestión del mismo. Esperemos no olvidarlo si tenemos que afrontar de nuevo otra pandemia.
La lista de tareas que nos quedan pendientes es larga. Tenemos que estar alerta frente a enfermedades emergentes, lo que implica una inversión constante en investigaciones epidemiológicas en fauna silvestre, en técnicas diagnósticas avanzadas y en sistemas de vigilancia sindrómica. En la era del Big Data, resulta obligatorio estandarizar y normalizar los sistemas de recogida y acceso a datos sanitarios y epidemiológicos; no es comprensible que a estas alturas del siglo XXI con el advenimiento de las inteligencias artificiales, todavía no seamos capaces de tener una gestión de datos sanitarios eficiente y transparente.
El acelerado desarrollo de la biotecnología en las dos últimas décadas ha sido una pieza clave para que la emergencia sanitaria sólo haya durado 3 años, pero la próxima podría no ser suficiente y necesitaremos combinar múltiples estrategias desde un enfoque multidisciplinar. Este ha sido un aviso de que el enfoque Una Salud (One Health) es imprescindible.
Finalmente quiero cerrar esta serie de artículos sobre Covid-19, dándoles las gracias por la atención prestada, y si hay alguna novedad no duden en que estaré dispuesto a contársela.
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