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Juan José Millás: “Como es insoportable ser hijos del azar, fingimos que somos hijos de la planificación”

De libros, canciones y películas

Laura Latorre Molins

Periodista y escritora

El escritor Juan José Millás presentó recientemente su última novela, ‘Solo humo’, en Zaragoza. Aprovechamos la ocasión para charlar con él sobre algunos de los temas más recurrentes en sus obras, así como sobre su fascinación por el Chat GPT.

A Carlos, el protagonista de ‘Solo humo’, le cambia la vida cuando comienza a leer tras la muerte de su padre. ¿De qué modo la literatura cambia nuestro modo de percibir la realidad?

Bueno, cambia a veces y con frecuencia lo conforma. Quiero decir, a los usos amorosos de los seres humanos occidentales hasta hace muy poco provenían de las lecturas de la Edad Media, de los poemas de Dante y Petrarca. Es decir, que los seres humanos hemos inventado los cuentos, pero luego los cuentos nos han reinventado a nosotros. 

Pero no solamente la literatura, también el cine, las canciones, todos los productos culturales, por un lado, son expresión de nuestro ser, pero al mismo tiempo son un espejo en el que nos miramos para imitar esos comportamientos. Es un juego de reflejos casi diabólico porque nosotros inventamos a los personajes, pero ellos luego nos reinventan a nosotros y nosotros en gran medida nos comportamos como los personajes de las películas que nos gustaron, de las canciones que nos marcaron, de los poemas que hemos leído.

¿Cómo le cambió a usted la vida cuando empezó a leer?

Me la determinó más que cambiármela porque yo era un crío de 14 años que vivía en un barrio del extrarradio de Madrid, no tenía ningún contacto con los libros, ni interés intelectual. Simplemente vivía una vida de chico de 14 años del extrarradio. Un día entré en una biblioteca del barrio porque hacía mucho frío en la calle y entré para calentarme un poco. Lo que sí fue casual es que tiré de un libro porque allí no se podía hacer otra cosa que leer, y la casualidad fue dar con un libro de Julio Verne que me apasionó.

Ese fue un momento fundacional en mi existencia porque la dirigió completamente. Yo me convertí ese día en lector y convertirme en lector convirtió mi vida en lo que ha sido. Si yo no hubiera entrado allí ni hubiera leído ese libro, yo habría tenido una de las pocas variantes de vida que hay de un chico del extrarradio, pero desde luego no habría sido escritor, ni lector, no habría tenido estos intereses intelectuales.

Ahora se leen pocas vidas de santos, pero cuando yo era joven era muy frecuente leerlas. Muchos santos cambiaron su vida por una enfermedad que les obligó a permanecer en cama y esos les hizo lectores. Porque en la cama, lo único que se puede hacer prácticamente es leer. Hay muchas vidas en la historia de la ciencia y en la historia general que están marcadas por una enfermedad que condujo al enfermo a leer.  

 La lectura puede cambiar una vida, desviarla de un rumbo que tenía o determinarla, como fue mi caso.

En ‘Solo humo’ aparecen varios cuentos clásicos. ¿Qué opina de las versiones más edulcoradas de estas narraciones, las de Disney, por ejemplo, de esa tendencia a suavizar las historias para no corromper la bondad de los niños?

Creo que es un error porque los cuentos son un espejo en el que nos miramos y nos debemos ver completos. Imagínate un espejo en el que no te saliera la oreja derecha, le faltaría algo. Los niños cuando se miran en los espejos esperan verse enteros, los niños son buenos, pero son perversos también, son egoístas y solidarios al mismo tiempo, aburridos y alegres a la vez. Entonces, si tú quitas una de esas zonas, el niño no ve reflejados sus aspectos malos y morbosos y por lo tanto no le das la oportunidad de construirse una identidad en esa lectura. Porque los niños, como los adultos, cuando leemos, contrastamos nuestras emociones con las de los personajes y eso nos permite calificar nuestras emociones. Si quitas una de esas partes es como si tuvieras un espejo en el que no saliera tu brazo derecho, podrías terminar creyendo que no tienes brazo derecho y se atrofiaría.

Carlos no tiene oportunidad de conocer a su padre. ¿Se podría decir que esa imagen que él va creándose sobre él es una prótesis mental, concepto que has utilizado en alguna ocasión?

Sí, sí porque muchas veces cuando los padres están ausentes o demasiado presentes nos creamos una prótesis de padre mental a nuestra medida. Nosotros estamos llenos de prótesis mentales. El término prótesis lo aplicamos siempre a las físicas, pensamos en un brazo o una pierna, pero también hay psíquicas y estamos llenos de ellas y las figuras paternales, de autoridad, son muy fáciles de reproducir psíquicamente.

Parece fácil saber dónde se pone la frontera entre realidad y ficción, pero ¿es cuestionable?

Es muy cuestionable. Estamos muy acostumbrados a poner una frontera tremenda por ejemplo entre el sueño y la vigilia, lo cual no es bueno porque hay materiales del sueño que se cuelan en la vigilia y viceversa. En algunas sociedades primitivas, lo que ocurre en los sueños es tan real como lo que ocurre en la vigilia. 

La frontera entre imaginación, lo que uno fantasea y la realidad también es muy porosa porque muchas de las cosas que fantaseamos pasan a la realidad. Es decir, no hay nada en la realidad que no haya pasado previamente por la fantasía: todo lo que nos rodea ha tenido que ser un fantasma en la cabeza de alguien antes de ser real porque si alguien no hubiera imaginado esta mesa no la habría convertido en realidad.

Los materiales de la fantasía se cuelan en la realidad, pero también al revés porque a partir de esta mesa yo puedo construir otra. Es decir, que la interacción entre lo que fantaseamos y la realidad es enorme. Pero se ponen esas fronteras.

En esta, como en otras muchas de sus novelas, aparece la muerte. ¿Escribir sobre ella es una manera de entenderla?

Coquetear con la muerte es un modo de evitarla, de retrasarla y también de desgastar la emoción que produce saber que nos vamos a morir. Realmente es una rareza única: entre todos los millones de especies animales que ha habido y que hay, solamente a la especie humana le ha tocado este regalo envenenado que es el conocimiento de que nos vamos a morir. Curiosamente, aunque no se sabe de nadie que no se haya muerto, nos sigue pareciendo raro, incluso inaceptable, morirnos.

Hablar de la muerte, hablar con ella es un modo de ir asumiéndola como algo normal. Porque es que es algo normal. Yo a veces digo: “yo creo que es una tontería porque se le ocurre a todo el mundo y algo que se le ocurre a todo el mundo no puede ser original”. Sin embargo, en el fondo siento, como todo el mundo, que es un suceso disruptivo que no es normal, es absurdo pero así es como la consideramos hasta el punto de que la hemos borrado prácticamente de nuestra existencia. 

Ahora ya la gente no se muere en casa, se muere en tanatorios que parecen hoteles. Cuando yo era niño, estabas en la calle jugando y pasaba un coche de muerto, que se distinguía, y la gente se detenía en señal de respeto, quienes llevaban sombrero se lo quitaban. Es decir, la muerte tenía una presencia cotidiana y ahora la muerte no la ves, hasta tal punto nos parece una anomalía que la hemos borrado de la vida cotidiana.

Hablar de la muerte es un modo de evitarla, de retrasarla y también de desgastar la emoción que produce saber que nos vamos a morir

No querer asumir la muerte, entender que no tenemos control y que el azar determina lo que nos va sucediendo… si te paras a pensarlo es para volverse loco.

Claro. por eso vivimos como si todo lo que hacemos fuera resultado de la planificación, aunque la realidad demuestra que no es así. De repente alguien se come un murciélago en China y arma un caos mundial tremendo. Es decir, somos hijos del azar, pero como es insoportable vivir bajo esa premisa, fingimos que somos hijos de la planificación.

En sus novelas encontramos desdoblamientos, realidades paralelas, dobles… algo que puede parecer irreal pero ¿no es acaso también irreal creer en la permanencia del yo?

Eso es un misterio que he comentado en alguna ocasión. Yo no tengo nada que ver con la persona de hace diez años, ya físicamente porque todas mis células se han renovado. No te digo ya entre el niño de cinco años que fui y la persona de 77 que soy. Es decir, que a lo largo de la vida sufrimos cambios brutales de carácter físico y de carácter psicológico y, sin embargo, hay una especie de permanencia de eso que llamamos “yo” que es extraña porque funciona porque yo pienso en mi vida y tengo memoria de cuando tenía cinco años, diez… Esto a mí me impresionó mucho en ‘Blade Runner’ que los replicantes tenían recuerdos implantados porque se puede vivir sin otras cosas pero no sin recuerdos porque los recuerdos son los que articulan el yo. Tenemos yo porque tenemos recuerdos.

¿Y quienes somos cuándo ya no tenemos recuerdos?

Eso ocurre con algunos tipos de enfermedades, como demencia senil o el Alzheimer y lo que pasa es que a medida que los recuerdos van desapareciendo se va difuminando el yo. Todos hemos conocido casos, con frecuencia cercanos, en los que el abuelo ya no solo no te reconoce a ti como su nieta, sino que no se reconoce a sí mismo. No sabe quién es. El yo está soportado sobre la memoria, los recuerdos.

Millás en un momento de la entrevista. Foto: Haiku

¿Hay temas que le obsesionen y sobre los que le guste escribir, quizá para entenderlos mejor?

De forma consciente no tengo una lista de temas, pero es evidente que si observas mi obra pues me han interesado muchos temas como la apariencia y la realidad, el tema de la identidad, del desdoblamientos y el doble. Todos esos temas están presentes casi a lo largo de toda mi obra.

¿Qué características cree que los lectores descubren en tus personajes y que los lleva a decir “esto es puro Millás”?

Ah, no tengo ni idea. A veces oigo que dicen o en las redes sociales dicen “Esta novela es puro Millás”. No sé qué quieren decir porque yo no sé lo que es ser puro Millás.

Desde luego la gente le reconoce.

Bueno, creo que uno cuando empieza a escribir o a pintar o a cualquier arte, lo que busca es tener una voz reconocible, que se diferencie de las otras. Por lo tanto, eso es halagador.

Ahora que estamos en campaña electoral, ¿tiene alguna vez la sensación de estar inmerso en un cuento, no precisamente de hadas?

Es que la campaña electoral es muy delirante, es un cuento, pero un cuento delirante. He permanecido un poco ajeno a la campaña, en parte porque me ha ocupado mucho la promoción de la novela, pero es que las pocas veces que me asomo a ella no le veo mucho interés. Creo que se exageran tanto las cosas, la aversión hacia el contrario… Hay poco talento, poco ingenio. 

Tengo la impresión de que esta campaña electoral no ha conseguido incrustarse en la vida cotidiana de los votantes pese a la presencia que tiene en los telediarios. De hecho, que no haya conseguido incrustarse se demuestra en el hecho de que según dicen los sociólogos no ha movido el voto. Eso significa que la campaña no ha influido, no ha entrado en nuestras vidas.

¿Cómo se acerca Millas al chat GPT? ¿Con más curiosidad que temor?

Yo lo observo con más fascinación y curiosidad que temor. Quizá porque los aspectos desastrosos que vaticinan los apocalípticos yo ya no los llegaré a ver por mi edad. Así que de momento lo que me produce es curiosidad. Un programa como Chat GPT que es capaz de escribir con una corrección con la que no es capaz de escribir el 95% de la población me parece admirable. 

¿Cómo han enseñado sintaxis a un programa? Valéry decía que la sintaxis es una facultad del alma. Entonces, ¿cómo un programa informático puede saber sintaxis y escribir con esa coherencia? Porque tú, al 95% de la población le pides que escriba cinco páginas del tema que más le interese y no lo hace con la sintaxis ni la coherencia con la que lo hace el Chat GPT, de manera que lo miro con admiración y perplejidad profunda.

Los seres humanos hemos inventado los cuentos, pero luego los cuentos nos han reinventado a nosotros

Además, cada día es mejor porque tiene, creo que cien millones de usuarios, va aprendiendo de ellos. Yo uso una versión que creo que es 4 pero hay otra que es de pago y según me han dicho ya entiendo la ironía. Me parece fabuloso y alucinante y lo miro con fascinación, pese a que, sus inventores están dando ruedas de prensa diciendo que han inventado algo horroroso y que llevemos cuidado. Yo no recuerdo que los inventores de la bomba atómica dieran estas ruedas de prensa tan apocalípticas, pero esto debe ser peor porque sus inventores están diciendo todo el día que han inventado algo horroroso.

Quizá en unos años podremos pedirte al Chat GPT que escriba una novela al estilo de Millás.

No tenemos ni idea. Yo no me atrevo a especular porque siempre digo que especular sobre algo que tiene esas posibilidades y cuyo desarrollo es tan vertiginoso es como si el primero que fue capaz de generar el fuego se hubiera puesto ya a pensar en el cocido madrileño o en el mechero. Era imposible. Por muy delirante que fuera su imaginación no hubiera llegado a pensar en el cocido ni en el mechero de gas.  Se puede especular, pero creo que todas las especulaciones están avocadas al fracaso.

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