Hablemos de economía
Antonio Morlanes Remiro
PRESIDENTE DE ARAGONEX
aragonex@aragonex.com · www.aragonex.com
La globalidad es el escenario en el que nos movemos y estoy seguro de que sería la mejor de las puestas en escena si todos los actores tuviesen claro cuál es su papel, lo ensayasen y lo representasen. Sin embargo, si tuviésemos que adjetivarla, la globalidad es una cruel hipocresía, pues dejamos fuera todo aquello que consideramos una carga para nosotros, lo que significa, como elemento principal, que excluimos de las ventajas que tiene el concepto de global al menos al 60% de la población mundial y lo curioso es que aun así nos despertamos todas las mañanas sin el menor remordimiento. ¿Es posible que consideremos no tener ninguna responsabilidad en la suerte de todas esas personas que lo son como nosotros?
Es tan egoísta el sistema que toma, por casi nada, todas las materias primas, que existen en los territorios donde viven aquellos que no entran en nuestro medio global, quedando en manos de unos pocos, que además los explotan. Creo que una buena fotografía de este mundo tan desigual nos la da el Fondo Monetario Internacional. En un informe fechado en octubre de 2022 relaciona el PIB per cápita de 188 países en el mundo. No se los voy a relacionar al completo, aunque les invito a que entren en la página del FMI y pierdan unos minutos en echarle un vistazo a dicha relación, pero ya les avanzo que el país con mayor PIB per cápita es Luxemburgo con 141.587 dólares USA/año.
Sólo hay cuatro países que están por encima de los cien mil (Luxemburgo, Singapur, Irlanda y Catar). España ocupa la posición número 36 con 46.551 dólares USA/año. Por debajo de diez mil dólares hay 71 países, de los cuales 45 están por debajo de cinco mil dólares, doce por debajo de dos mil dólares e incluso hay dos países por debajo de los mil dólares: Sudán del Sur 934 dólares USA/año y Burundi 865 dólares USA/año. ¿Se imaginan cómo es posible vivir con menos de mil dólares al año por persona? Creo que es inimaginable a la vez que vergonzoso. Quiero informarles que les evito darles una misma información referenciada al PIB (nominal) per cápita, estoy seguro de que no dormirían en unas cuantas noches.
El ansia por tener cada día más poder y riqueza se hace al margen del daño que se produce.
Sin embargo, nuestro interés está ahora en otros lugares. China nos llama poderosamente la atención, pues su economía está dando muestras de cansancio. Su actual elevada deuda, las exportaciones a la baja y una aguda crisis inmobiliaria, los conduce a un modelo económico más parecido al de los países desarrollados, además, de a un grave problema de envejecimiento de su población. Hasta hace relativamente poco tiempo, China era el país más poblado del mundo, ahora lo es India, sin embargo, ser el primero en algo no significa que sea bueno para esos vencedores, pues la desigualdad es la marca del país y, por ende, la de sus habitantes, los indios: el 1% gana el 20% de la renta nacional y el 50% de las personas más pobres se reparten el 13% de dicha renta.
Además, la India tiene un modelo de clases sociales que deja a sus habitantes encuadrados en guetos. Existen cinco castas diferenciadoras y la última es a la que denominan los intocables: representan una quinta parte de la población y son considerados impuros. Es una casta marginada. La India con mayor población que China tiene un PIB seis veces inferior al de ella, reflexionemos… ¡Qué mal repartido está el mundo!
Y en este mundo, fatal repartido, en el que se permiten las guerras, ahora estamos atentos a la de Rusia contra Ucrania porque nos llega más de cerca y queremos ponerle coto. Sin embargo, en los países pobres, en especial africanos, la guerra es una constante, pero como no la entendemos como un riesgo para nosotros, permitimos que se maten entre ellos. Sólo nos molesta que las acciones bélicas, de unos países contra otros, junto con la pobreza sea emisora de migración y esto sí lo consideramos un problema. Pero, además de ser incierto, es el camino que nos conduce hacia la extrema derecha.
Debemos entender que el mundo es un cúmulo de problemas que hemos originado nosotros mismos y parece que no somos conscientes de que nos está conduciendo a una forma de vida injusta y egoísta. No perdonamos ni siquiera a la propia Naturaleza, que es la que nos permite estar aquí. La denominada crisis climática, en gran medida, o se niega o sirve como discurso político. No es lógico que lo que estamos viendo (deshielo, pérdida de la capa de nieve estacional, derretimiento de los glaciares, pérdida del hielo marino del Ártico en verano, aumento en el número de días y noches cálidas a nivel global, mares cálidos…), se niegue en beneficio de una forma de vida que no entiende que las generaciones sucesivas serán herederas de un planeta muerto.
El ansia por tener cada día más poder y riqueza se hace al margen del daño que se produce. Como ejemplo: el Banco Central Europeo que nos advierte que las ganancias empresariales están creciendo más rápido que los salarios de los trabajadores, entonces: ¿quién pagará, a través del consumo, las producciones empresariales? Todo se hace a corto plazo.
En España, también como ejemplo, el aceite de oliva se ha colocado a precios que empiezan a superar los 9 euros por litro de ese oro líquido (cuando lo catalogaron con ese adjetivo no sabíamos que efectivamente se convertiría en un valor tan preciado). El motivo, de esa escalada tan vertiginosa, es que la escasez de lluvias ha producido cosechas cortas y es cierto, pero lo que no se entiende es el porqué de esa subida, pues en un mes ha aumentado el precio más del 20% —me refiero a septiembre con referencia a julio— cuando la cosecha y la producción se hicieron en enero, o sea, que lo que nos venden es aceite almacenado. Entonces: ¿cuáles son los costes que se han producido para tal aumento de precio? Les aseguro que eso es especulación.
Si no entendemos que globalidad debe significar convivencia justa para todos y que debe formar parte de nuestras preocupaciones, el que existan desigualdades tan brutales que produzcan la muerte a millones de niños y que nosotros nos quejemos de un envejecimiento de la población, la conclusión es clara: estamos en un mundo de individualismos en el que lo que le sucede al resto no nos importa. Egoísmo en lugar de solidaridad.