Marketing
David Viñuales Alquézar
Profesor de procesos comerciales
alquezardavid@gmail.com
Una de las claves para vender una marca, es que el cliente la considere suya. Y no hablo de sentirse identificado con sus valores, no… hablo de que la considere realmente suya. Que el consumidor diga: Mi Iphone, en lugar de mi teléfono. Mi Nespresso, en lugar de mi cafetera… Una de la maneras de crear pertenencia es hacerlas bonitas, pero de una belleza que transcienda lo meramente estético. Hablo de una belleza enternecedora, casi paternalista, que implica adoptar al producto como si fuera un cachorro. O un bebé.
Los bebes tienen en común cosas como ojos redonditos, grandes y ciertamente separados, frente despejada y naricita pequeña. Esa composición nada casual ha ido despertando cariño, amor y protección por parte de los adultos, que ansían darle mordisquitos para comérselo… ¡Ay, que no puedo aguantarme! Sobretodo esta emoción es más intensa en las mujeres, pues biológicamente están preparadas para ser madres, y llevar vida dentro. Pues bien, Mini, en su relanzamiento de la mano de BWM, implementó lo que se llama “el principio del cachorro”. Precisamente diseñó el frontal del nuevo Mini Cooper conforme a la carita de un bebé: focos redondos, espacio despejado entre ellos, pequeño símbolo de Mini en el frontal (haciendo las veces de nariz). Ese coche se diseñó para que, al verlo de frente, despertara emociones similares a un cachorrito, a un bebe. Para que fuera muy cuqui. No en vano este nuevo lanzamiento de Mini iba a un público mayormente femenino. No fue el primero (El new Beetle también evoca a lo mismo) pero sí que fue el primero que lo diseñó a sabiendas de manera estratégica. De hecho, hicieron test de diseño entre mujeres hasta dar con el frontal. El resultado es “Mi mini”, no mi coche. El Mini se adopta, no se compra.
Las monerías, lo cuqui gusta y vende mucho. En mi opinión, vivimos en un mundo donde cada vez importa más la estética y menos la ética, donde es importante tener productos y marcas “instagrameables” – Si los demás no saben que lo tengo, ¿de qué me sirve?- y en eso Apple lleva la delantera. Los portátiles Apple llevan su famosa manzana en la parte trasera de sus pantallas, con lo que al estar cerrado el ordenador, se ve el logo. Hasta hace unos años la disposición de la manzana era para que la viera correctamente el dueño del ordenador, pero claro, al abrir la pantalla, la manzana quedaba al revés. Así que hace más de una década que cambiaron la disposición de la manzana, para que al abrir la pantalla los demás la vieran en su posición correcta. Se primó que los otros vieran que tenías un Apple a que lo viera el propietario. Y eso que es “Mi Apple”.
Roomba es un aspirador con un diseño muy bonito, que los compradores no esconden debajo de la cama sino que con el pretexto que está enchufado lo dejan como si formara parte de la decoración del hogar, orgullosos de él. Además de compacto, hace nuestro trabajo por sí sólo. Hay algunos que hasta hacen ruiditos. Se le tiene un cariño intrínseco y confuso, como si de una mascota para adultos se tratara. Además, pobrecito, como no voy a tenerle cariño a “Mi Roomba” si limpia por mí cuando no estoy… Gracias a eso, la marca ha conseguido que lo tengamos fuera de un armario para que todos lo vean. Me parece un exitazo en un aspirador.
Y esos nuevos robots camareros, o guías en museos, con ojos grandes, bocas sonrientes, que miden un metro escaso… que ternura despiertan, siendo tan naif. No subestimemos el valor de lo mono y lo cuqui, son dos puñales que meten las marcas en los corazones más calientes y se quedan a anidar.