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Javier Gallego: “El sistema genera personas infelices”

Laura Latorre Molins

Periodista y escritora

Javier Gallego es una de las voces más conocidas del periodismo español actual gracias a su programa de radio Carne Cruda. Hace unos meses presentó en Zaragoza su novela ‘La caída del imperio’, la historia de una generación desencantada.

¿Cómo ha sido el salto del periodismo a la literatura y cómo surgió esta novela?

En realidad, es una vocación temprana que llevo a cabo tardíamente porque el periodismo es muy exigente. La radio me ha requerido mucho tiempo y ha sido muy difícil encontrar la ocasión de ponerme a escribir algo tan exigente. De hecho, he tardado ceca de ocho años, porque no es una novela fácil, es una apuesta estilística creo que arriesgada y audaz y porque además una novela es una estructura de una complejidad que lleva mucho tiempo.

Yo tenía claro que quería hacer una novela generacional de un grupo de amigos en la juventud. También quizá porque viví los momentos que se cuentan en la novela con mucha intensidad, con mucha emoción y quería transmitirlo. El paso del tiempo ha hecho que transmita la emoción del esplendor, pero también el claroscuro o la oscuridad que empieza a producir el paso del tiempo sobre esos jóvenes.

Esos ocho años de escritura, ¿cómo han ayudado a enriquecer la novela?

Le ha dado mucha profundidad. Creo que ya no es solo una novela sobre el estallido juvenil y la plenitud de la juventud sino también de eso tan importante que es el paso del tiempo, de las huellas que deja el tiempo para bien y para mal. Estos personajes intentan agarrar la juventud cuando ven que se les escapa y mi propio proceso personal al final se ha transmitido a la novela.

¿Crees que el desencanto es algo intrínseco de la juventud?

Sí. Creo que la juventud es un deseo absoluto, es una búsqueda de infinitos. De hecho, yo le llamo Imperio porque la juventud se caracteriza por la sensación de inmortalidad: cuando eres joven piensas que no te vas a morir. Esa ansia de lo infinito y de la inmortalidad cuando contrasta con la realidad, que es mediocre, finita e insatisfactoria produce un desencanto. Y ese desencanto puede llevar a dos movimientos: apatía, nihilismo y destrucción, pero también puede ser un motor de cambio creativo, para mejorar el mundo que has recibido. Depende de lo que cada uno hago con el desencanto.

Al principio de la novela parece que va a ser todo fiesta, pero luego hay un componente social mucho más profundo.

Sí. Social y personal. Quería que el lector fuera página a página desenvolviendo las capas. La superficie (esa fiesta, esa luz) esconde mucha oscuridad. Estos personajes se mueven en los contrastes entre luces y sombras.

En realidad, es una especie de trampantojo: la fiesta esconde por un lado el miedo a vivir, pero también el ansia de vida. Hay una celebración de la vida cuando nos damos cuenta de que podemos morirnos mañana. También hay una celebración del disfrute, la amistad, la compañía… hay una parte de evasión, de escapismo.

Siempre se habla de evasión como una especie de rendición o escapada cobarde y yo también quiero reivindicar que a veces la evasión es una especie de protesta o transgresión: “Si el infierno realista es inevitable, me voy a ir a los paraísos artificiales”.

¿Cómo no va a ser evasiva la juventud? ¿Cómo no va a beber o a tomar drogas? Pocas toman para la realidad que les ha tocado vivir (risas). Igual que se droga la gente con drogas legales como el alcohol o las pastillas que te recetan para poder soportar una realidad insoportable, pues estos (los personajes) lo hacen de manera lúdica y festiva, con los peligros que eso conlleva.

Esta novela va de quemar y de arder. Va de personajes que están muy quemados y que creen que hay que salir en algún momento a las calles a quemarlas; va también de arder por la noche como una forma de reivindicación de la colectividad

Hablamos de ir al psicólogo, pero también influyen mucho en nuestra salud mental los problemas estructurales de la sociedad.

La novela muestra que el sistema genera personas infelices, depresivas, ansiosas. El sistema genera enfermos a los que luego trata de curar vendiéndoles distintos placebos y fórmulas que siguen sin funcionar y que no todo el mundo se puede permitir.   

Hay una reflexión sobre el sistema social y del bienestar que hemos dejado quebrar y que hace que la gente enferme porque el sistema va contra las personas, pero luego no existe una parte del sistema social que cuide de ellas. Con lo cual, mucha gente se entrega a la solución más fácil o a lo que encuentre. Es un sistema que reproduce personas infelices en serie y da falsas formas de felicidad muy insatisfactorias: consumismo, las formas de diversión superficiales. Lo que intenta el sistema a base de empastillarnos es adormecer y anestesiar a una sociedad que no soporta lo que le está dando el propio sistema. O sea que el propio sistema te lleva a empastillarte porque te quiere adormecido y eso hace que no te rebeles porque no tienes ni fuerza ni ganas; bastante tienes tú con sobrevivir. Parte del éxito del capitalismo extremo, del liberalismo, es el adormecimiento general, la docilidad absoluta.

 

Entre eso, que no vivimos mejor que las generaciones anteriores, ¿por qué no estamos quemando cosas en la calle todo el día?

Esta novela va de quemar y de arder. Va de personajes que están muy quemados y que creen que hay que salir en algún momento a las calles a quemarlas; va también de arder por la noche como una forma de reivindicación de la colectividad. Siempre se dice que los jóvenes no están concienciados y comprometidos, pero al final suelen ser los jóvenes los que mueven a los países en las direcciones de progreso. Son los que se movilizaron en el 15M, en Mayo de 68, en la liberación sexual, en el feminismo, los que ahora están movilizando contra un genocidio…  

¿Qué queda del espíritu del 15M?  

Yo sé que la gente tiene mucha decepción como si fuera una enmienda la totalidad. El 15M era muy juvenil en su espíritu: vamos a cambiarlo todo y claro, eso es ingenuo, es poco realista. En realidad, tiene que ser así, todos los movimientos revolucionarios tienen que ser utópicos.

El problema de desear la utopía es que luego la realidad se demuestra finita y limitada y entonces no llegamos a la luna, pero mejor quedarse a medio camino que no intentarlo. Entonces yo creo que se han hecho muchísimos avances y quedan muchas huellas que son muy visibles, no paro de repetir que no habría un gobierno como el que tenemos ahora, progresista, si no hubiera habido todas esas manifestaciones. Creo que muchos de los avances en libertades (desde las leyes de libertad sexual, la Ley Trans, la ley de Eutanasia, los avances feministas, la Ley de solo Sí es Sí, sentencias como la de la manada) no habrían existido si no hubiera habido un debate que empezó en el 15M.

Creo que el 15M abrió muchos debates de progreso de hecho han llegado tan lejos que han provocado una reacción muy en contra y ahora estamos viendo un momento muy reaccionario, muy conservador, porque el privilegio está viendo que está perdiendo suelo y que ha visto retroceder sus posiciones, entonces quiere volver a recuperarlo y eso significa volver atrás. El 15 fue un despertar colectivo frente a una crisis financiera y un sistema que no funcionaba, que estaba colapsando, un imperio que se estaba viniendo abajo y estaba cayendo, insostenible que contra las personas, contra el planeta.

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