Hablemos de economía
Antonio Morlanes Remiro
PRESIDENTE DE ARAGONEX
aragonex@aragonex.com · www.aragonex.com
Iniciamos el último trimestre de este año 2024 y, como suele suceder, hemos tenido un poco de todo. Aunque, a decir verdad, de algo hemos ido un tanto sobrados; yo diría que de intransigencia. Deberíamos reconsiderar que no somos, individualmente, el eje de nada, y mucho menos que disponemos de la verdad absoluta. Lo importante es entender que formamos parte de un conjunto y que nuestro esfuerzo debe ir encaminado a que todo vaya lo mejor posible para todos. Les aseguro que, además de ser más beneficioso para cada uno, es mucho más placentero y positivo. Pero, hecha esta pequeña reflexión, y como esta columna tiene por título genérico “Hablemos de economía”, hagamos el trabajo que corresponde.
Todas las fuentes indican que la economía en España va bien en términos macroeconómicos; sin embargo, la referida a las personas no se ha trasladado en la misma proporción, por lo que está claro que se debe trabajar en ordenar este puzle. Hay 932.000 familias que no tienen ingresos laborales, mientras que existen sectores productivos como la restauración, la hostelería, el transporte, la tecnología y algunos más que demandan puestos de trabajo. La verdad es que esta es una ecuación que se debe resolver. Datos que pueden ayudar a clarificar la cuestión: la población activa en España es de 24.227.000 personas, de las cuales están en activo 21.584.000, mientras que 2.550.000 se encuentran en situación de desempleo. La población activa española ha descendido en 49.800 personas, mientras que la de extranjeros ha aumentado en 27.100. De las personas con contrato de trabajo, el 81,2% son españoles, el 14,1% extranjeros, y el 4,7% tiene doble nacionalidad, una de ellas española. Los inmigrantes afiliados a la Seguridad Social representan el 10% de los ingresos y suponen el 1% del gasto. Por tanto, una de las primeras incógnitas de la ecuación está muy clara para resolver.
Si eliminamos del proceso laboral a los inmigrantes, obtendremos las siguientes consecuencias: la primera es que, si con ellos ya nos faltan recursos humanos en los sectores productivos antes mencionados, y teniendo en cuenta que la inmigración trabajadora ocupa una parte importante de esos puestos, imaginemos qué pasaría si no los tuviésemos. La segunda: es necesario dinamizar al máximo la regularización de los inmigrantes, así como su formación profesional en los sectores necesitados de mano de obra. Y la tercera: definir el perfil profesional de los parados y orientarlos hacia la actualización de la formación que necesiten, así como acordar con las organizaciones empresariales la solución de sus necesidades laborales. En definitiva, es necesario identificar de manera real a quienes conforman el conjunto oficial de parados.
Todo el gasto social del Estado asciende a 156.000 millones de euros, es decir, no llega a ser tres veces más que los beneficios de las grandes empresas. Si nos referimos a la totalidad de las empresas, el 95% aumentaron sus ingresos respecto al año anterior; la media europea fue del 90%
En cuanto a la jornada laboral, que se está haciendo un mundo, cuando se dice que esta medida será el fin de muchas empresas debemos tener en cuenta que, en la actualidad, con un horario oficial de 40 horas semanales, la jornada promedio se encuadra en 38,3 horas semanales. Es decir, estamos más cerca de las 37,5 horas semanales que de las 40 actuales. Se pide que, para acceder a esa disminución horaria, se permita un mayor número de horas extraordinarias, para no reducir la productividad, o que se bajen los salarios. Pues bien, debemos reflexionar que la productividad no solo recae en los asalariados, sino también en la totalidad de los recursos utilizados. Es decir, debemos revisar la productividad total de los factores (trabajo, capital, técnica y otros). Es cierto que, en este aspecto, como en otros factores de gestión empresarial, para las pequeñas empresas, aquellas que tienen menos de 10 trabajadores, es difícil establecer sistemas eficaces de productividad. Por eso es necesario trabajar en la fusión de estas empresas, así como crear instrumentos que les sirvan para mejorar su gestión, como los clústeres.
Otra incógnita de la ecuación es cómo resolver los problemas de desigualdad que estamos intentando solucionar.
Respecto a la distribución de la riqueza, comencemos por tener, antes de nada, una fotografía a nivel mundial: el patrimonio poseído por el 1% más rico supone el 38,4% del total. Supongo que estarán boquiabiertos; supongo que será justicia social por merecimiento. El 99% restante, somos parásitos. Pero veamos cómo es esto en España: el 1% posee el 37% de la riqueza financiera, lo que significa que son un punto coma cuatro más pobres que a nivel mundial. Entremos en materia: en 2023, las empresas cotizadas en Bolsa obtuvieron un beneficio de 59.400 millones de euros.
Todo el gasto social del Estado asciende a 156.000 millones de euros, es decir, no llega a ser tres veces más que los beneficios de las grandes empresas. Si nos referimos a la totalidad de las empresas, el 95% aumentaron sus ingresos respecto al año anterior; la media europea fue del 90%. Solo las empresas de Estados Unidos crecieron en rentabilidad por encima de las españolas. El Banco de España retrasa la posibilidad de que la inflación se sitúe por debajo del 2% para mantener el margen de crecimiento de las empresas.
Así que podemos continuar despejando incógnitas. En este caso, y para que nos sirva de apoyo en la solución final, según Eurostat, España es la duodécima economía con mayor presión fiscal de la Unión Europea; nos superan Francia, Italia y Alemania entre las más importantes.
Por último, veamos qué sucede con la distribución social, es decir, los gastos públicos asociados al Estado del bienestar, en porcentaje del PIB:
- En vivienda, España destina el 0,5%, la zona euro el 1%.
- En sanidad, España el 6,9%, la zona euro el 7,9%.
- En educación, España el 4,4%, la zona euro el 4,6%.
- En protección social, España el 18,8%, la zona euro el 20,1%.
Así que tenemos reto y trabajo por delante para intentar cuadrar todos los elementos expuestos, ya que, de lo contrario, nos encontraremos con un incremento constante de la desigualdad. Es decir, estaremos viviendo en un país con una justicia social deficiente, y eso dice muy poco a nuestro favor.
La clave de todo esto es mejorar, y mucho, la distribución de la riqueza. Los más ricos continuarán siendo ricos, pero los más pobres serán menos pobres. Como diría Rajoy, dicho de otra manera: estos últimos pasarán a ser personas, que es el reto principal para todos.