Antonio Morlanes Remiro
PRESIDENTE DE ARAGONEX
aragonex@aragonex.com · www.aragonex.com
Iniciar un nuevo año conlleva una serie de compromisos, individuales y colectivos, que deben gestionarse de tal manera que el resultado se corresponda con un interés general. Esto, que puede admitirse por una mayoría, no deja de ser un pronunciamiento sin más compromiso que el papel y la tinta gastados. Pero, ¿cómo podemos trasladar esto a la realidad? Una vez más somos los ciudadanos quienes debemos ser capaces de asumir responsabilidades para gestionar una convivencia más justa e igualitaria. ¿En qué se manifiesta todo ello? No es posible que permanezcamos al margen de lo que significa el hecho político, pues no hay duda de que sus acciones se trasladan a nuestra forma y posibilidad de vida.
Creo que, si ponemos negro sobre blanco algunos ejemplos, podremos identificar mejor a qué me estoy refiriendo. Como estamos a principios de año, nos debería llamar la atención sobre el hecho de que tanto en el Estado como en bastantes comunidades autónomas no tengamos presupuestos. Pero voy a hacer un paréntesis sobre esto. Quienes sí los tienen son aquellas comunidades que, contando con un grupo político que gobierna con mayoría absoluta en su Asamblea, han aprobado los suyos sin la menor consideración por la opinión de las minorías. Es decir, miles de ciudadanos no existen para esos presupuestos, pero sí pagan sus impuestos.
Regresemos a aquellos territorios que no han logrado aprobar sus presupuestos. ¿Cuáles son las consecuencias de esta situación? La respuesta es sencilla: los ciudadanos, quienes hemos cumplido con el pago de nuestros impuestos para garantizar servicios que posibiliten una convivencia democrática y equitativa, nos encontramos con que dichos servicios no se pueden materializar plenamente. En su lugar, se opta por prorrogar los presupuestos del año anterior.
La pregunta clave, entonces, es: ¿Quién resulta perjudicado? ¿El gobierno correspondiente? Con toda rotundidad: no. Los verdaderos afectados somos los ciudadanos, quienes vemos frustradas nuestras expectativas de mejorar la calidad de vida. Y, por supuesto, tampoco son los vencedores el partido opositor, que también ha fallado a sus electores, dejándolos desprovistos de las respuestas que esperaban.
Sería razonable considerar que, en futuras elecciones, los votantes reflexionen sobre estas circunstancias y reconsideren en quién depositan su confianza. Sin embargo, me temo que no será así. Da la impresión de que sufrimos de una suerte de amnesia selectiva que nos lleva a olvidar con facilidad hechos cruciales; eso sí, a unos más que a otros.
Como punto final a este ejemplo, es conveniente que exijamos que todos los grupos participen en la confección de unos presupuestos en la medida de su representación popular. Esto demostraría un trabajo que llevaría el sello de concordia para la convivencia.
Pero continuemos con los ejemplos. En los momentos que estamos viviendo, se ha puesto de relieve una corriente que yo tildo de peligrosa. El neoliberalismo es la doctrina que tiene como principal mandamiento la disminución del Estado, es decir, dejar que los ciudadanos se hagan cargo de sus necesidades con independencia de sus posibilidades. Esto significa un nuevo mandamiento: el incremento desmedido e injusto de las desigualdades, con un significativo traslado del gasto público al privado. El nuevo gobierno de Estados Unidos, con su presidente Donald Trump, al margen de su ideología imperialista neoliberal, ha tomado como su brazo armado a Elon Musk, personaje multimillonario, el más rico del mundo, con una fortuna de 421.200 millones de dólares, para hacernos una idea de la cifra referenciada: el presupuesto de gastos de España en 2023 fue de 266.719 millones de euros. Musk es el dueño de la red social X y tiene todo un conglomerado de satélites de comunicación. Ambos negocios son realmente preocupantes en manos de un individuo que, en su ideología, ha tirado a la papelera el sistema democrático, y en el que el concepto de igualdad y libertad carece de valor. Como ejemplo, su política empresarial cuando compró X fue despedir al 75% de los trabajadores, para luego hacer una selección entre los despedidos y ofrecerles de nuevo trabajo con un salario menor. Este hecho, que no deja de ser anecdótico para lo que se nos avecina, pone de manifiesto lo que valora él a sus congéneres. Ahora mismo se está convirtiendo en una especie de líder social de la extrema derecha mundial.
«El neoliberalismo es la doctrina que tiene como principal mandamiento la disminución del Estado, es decir, dejar que los ciudadanos se hagan cargo de sus necesidades con independencia de sus posibilidades. Esto significa un nuevo mandamiento: el incremento desmedido e injusto de las desigualdades, con un significativo traslado del gasto público al privado»
El nuevo gobierno de Estados Unidos nace con el anuncio de barreras arancelarias a la importación, que sin duda tendrán contestación por parte de los países exportadores hacia Estados Unidos. Tampoco deja al margen sus ambiciones territoriales sobre Groenlandia, perteneciente a Dinamarca, el Canal de Panamá y la última demanda de Trump: anexionar Canadá como un estado más de Estados Unidos. En definitiva, este es un panorama de líderes que solo miran por su interés y con una clara pretensión de ser y hacer historia (de la mala, claramente). Sin duda, el camino que parece haber elegido es el mismo de Hitler.
Pero retornemos a nuestra casa. Todos los datos nos colocan con unas cifras económicas muy positivas comparadas con los principales países de la Unión Europea. Pero hay dos temas que piden atención y acción muy inmediata. El primero, y para mí el más importante, es disminuir de forma significativa la desigualdad social y económica existente. Este es un país desarrollado y puede tomar las medidas necesarias para combatir ese desequilibrio. Con toda seguridad, conforme se vaya logrando esta reducción, además de encontrarnos con un país mejor, veremos cómo la democracia se consolida mucho más en las generaciones futuras y cómo los extremos políticos se desvanecen. Me refiero tanto a los que representan la derecha como la izquierda, que, a decir verdad, ni siquiera son partidos extremos, sino aprendices de dictadores. Espero que nunca lleguen a nosotros, porque estaríamos ante una sociedad destrozada y sin valores humanos.
El segundo es el problema que tenemos con la vivienda. Es necesario que todas las administraciones entiendan como prioritaria la solución, que solo es económica y técnica. Sobre esto último, puedo afirmar que hoy día el tiempo de construcción, aplicando las tecnologías desarrolladas en este campo, se ha reducido mínimo tres veces en comparación con el sistema tradicional. Y en lo económico, ¿qué les voy a decir? Solo es eso: dinero, que además genera economía productiva y, con ella, mano de obra. La Administración General del Estado debería ya poner en marcha la empresa pública que aprobó para gestionar vivienda y tomar bajo su control toda la construcción existente en el SAREB, además de regular con muchos límites los pisos turísticos, que no son otra cosa que una competencia desleal con el sector hotelero y un escamoteo fiscal de impuestos.
Debemos mentalizarnos para defender posiciones integradoras del conjunto. Vuelvo a recordar nuestra temporalidad: tanto una persona de las que encontramos pidiendo limosna en la calle como Elon Musk, con toda su riqueza, llegarán al final. Eso es inevitable. Así que procuremos que el tiempo que nos corresponde convivir con nuestros semejantes sirva para conjugar intereses y solo limitar las libertades de cada uno con el respeto hacia el conjunto. Sin duda, viviremos más acordes con sentimientos positivos y solidarios.