

Ana Bendicho y Wenceslao Sanahuja
Directora Creativa de Estudio Novo y Diseñador Industrial
www.estudionovo.es
En Espacio Creativo NOVO recibimos a lo largo del año a numerosos estudiantes de diseño, y en muchas de nuestras conversaciones de café surge inevitablemente un tema recurrente: cómo ha cambiado nuestra profesión en las últimas décadas. Recordamos con cierta nostalgia —y asombro— cómo, cuando nosotros éramos estudiantes, los ordenadores aún no formaban parte de las aulas, lo que significaba que la amplia batería de programas que hoy en día facilitan nuestro trabajo simplemente no existía. En poco más de treinta años, hemos pasado de dibujar con escuadra y cartabón directamente sobre el papel a utilizar sofisticados programas de diseño 3D, edición fotográfica, maquetación y un sinfín de herramientas digitales que han revolucionado nuestra manera de crear.
Nuestras mesas de trabajo solían estar repletas de rotuladores, lápices de colores, cuchillas y demás utensilios indispensables para realizar renders y dibujos. Con ellos simulábamos texturas, acabados y volúmenes para representar visualmente nuestros diseños. Hoy en día, ese mismo espacio está ocupado por ordenadores equipados con avanzados programas de renderizado, que nos permiten modelar escenas en 3D, experimentar con diferentes fuentes de luz, aplicar colores y materiales, y generar imágenes fotorrealistas desde cualquier ángulo en cuestión de minutos.
A pesar de estos avances, los rotuladores y lápices siguen teniendo su lugar en la etapa inicial del proceso creativo. Muchos diseñadores continúan utilizándolos para bocetar sus ideas, aunque las tabletas gráficas han ganado terreno como una alternativa digital cada vez más popular. Al final, es cuestión de preferencias y estilos de trabajo.
Otro gran cambio lo encontramos en la elaboración de prototipos. Antes, para fabricar una maqueta, pasábamos horas limando, lijando y aplicando capas de pintura en espray para obtener el acabado deseado. Hoy, las impresoras 3D han simplificado enormemente esta tarea, permitiéndonos materializar volúmenes con gran precisión y rapidez para evaluar y ajustar nuestros diseños.
Antes, para fabricar una maqueta, pasábamos horas limando, lijando y aplicando capas de pintura en espray para obtener el acabado deseado. Hoy, las impresoras 3D han simplificado enormemente esta tarea
Si hablamos del diseño gráfico, la evolución ha sido igual de drástica. En su momento, para componer un folleto o cartel, recurríamos a letras de transfer o adhesivas y realizábamos complejos procesos manuales para integrar fotografías e ilustraciones. Cada ajuste requería paciencia y una serie de trucos que, vistos desde la perspectiva actual, podrían considerarse casi una forma de artesanía.
A todo esto, debemos sumar la irrupción reciente de la inteligencia artificial. Aunque todavía estamos en una fase incipiente, es evidente que estas herramientas han llegado para quedarse y convertirse en un nuevo apoyo dentro de nuestra disciplina. Lo que sí debemos tener claro es que la IA no va a diseñar por nosotros. Su papel será el de un asistente que poco a poco se integrará en nuestros flujos de trabajo, optimizando procesos y ofreciendo nuevas posibilidades creativas.
Dentro de las distintas especialidades del diseño, aquellas más vinculadas a los entornos digitales son las que están adoptando la IA con mayor rapidez. Sin embargo, es cuestión de tiempo que esta tecnología se expanda y se implemente en otras áreas. Lo que todavía está por determinar es el verdadero alcance que tendrá. ¿Llegará un punto en el que la IA pueda hacerlo todo? Esa es, sin duda, la gran incógnita.