Antonio Morlanes Remiro
PRESIDENTE DE ARAGONEX
aragonex@aragonex.com · www.aragonex.com
Una segunda ola del COVID-19 asola el mundo y en especial a Europa. Todo indica que viene con mayor virulencia que la primera, si bien es cierto que deberíamos estar más preparados y con mayor experiencia y, por tanto, lo lógico sería sufrir menos, no termina siendo así, ya que confluyen medidas dispares y diversas tomadas según los territorios y falta de conciencia de parte de la ciudadanía, que consideran unos que no es para tanto y otros que es más importante salvar la economía por encima de la salud. En definitiva, nos queda la esperanza de los investigadores para que nos den la buena noticia de que han descubierto la vacuna que elimine este virus.
Pero ya que hemos mencionado la economía, hagamos un breve repaso del momento en que nos encontramos y del que venimos, pues la pandemia es importante pero sin conocer el punto de partida no podemos analizar el momento actual.
El sector empresarial en España se distribuye de la siguiente manera: microempresas, pequeñas y medianas empresas el 45,8%; autónomos el 54% y grandes empresas el 0,2%; estas últimas tienen el 34,0% del empleo inscrito en la Seguridad Social. El 73,8% del total de las empresas están dedicadas al sector servicios y el 97,6% tienen ingresos inferiores a 2 millones de euros anuales, sin embargo, representan el 65% del PIB y generan el 66% de los empleos.
Pues con esta fotografía del mundo empresarial en España tenemos alguna otra información que nos enseña el fondo de este tejido; 4 de cada 10 empresas subsisten sin beneficios y no me refiero a estos momentos de la pandemia, sino a los anteriores a ella. El número de empresas disueltas en el periodo de enero a septiembre disminuyó, siendo el sector servicios el que más empresas cerró; el apalancamiento de las empresas en este año aumentó 2 puntos porcentuales y el de los hogares cayó algo más de 2 puntos porcentuales; a pesar de todo esto la productividad está todavía por debajo de la media de la Unión Europea.
Las políticas activas de empleo no terminan de ocupar el lugar que les debería corresponder y por algún extraño motivo el Estado considera que con pagar el desempleo durante un periodo de tiempo, el definido en la norma, y ofrecer algún tipo de formación, poco encauzada a conseguir un resultado laboral satisfactorio, ya se ha cumplido con su obligación
Al final siempre nos queda pendiente la asignatura del empleo. Por razones poco entendibles el esfuerzo por la recolocación de parados es tan pequeño que casi llega al término nulo. Las políticas activas de empleo no terminan de ocupar el lugar que les debería corresponder y por algún extraño motivo el Estado considera que con pagar el desempleo durante un periodo de tiempo, el definido en la norma, y ofrecer algún tipo de formación, poco encauzada a conseguir un resultado laboral satisfactorio, ya se ha cumplido con su obligación.
Todo desempleado debería tener el concepto de ser una exclusiva responsabilidad de solución y, por tanto, aplicar una metodología que no signifique un sentido de generalidad. Cada trabajador tiene sus propias consideraciones para volver al mundo laboral.
Un país, y por derivación sus territorios, si basa el desarrollo de su economía en un solo sector, como sucede en España que nuestro eje son los servicios, estamos expuestos a un alto porcentaje de incidencias externas que nos debilitan y arriesgan a no recuperar posición de mercado. Es necesario diversificar la economía y, en la medida de lo posible, equilibrar la incidencia sectorial en el PIB.
Es necesario diversificar la economía y, en la medida de lo posible, equilibrar la incidencia sectorial en el PIB.
Y como colofón a esta visión de nuestro desarrollo económico y social, debemos entender que cuando hablamos de la deuda el problema principal no es el volumen de esta, sino la identidad de los acreedores. En estos momentos el Banco Central Europeo está comprando deuda a los países miembros de la Unión Europea, pero lo habitual es que la compre inversores extranjeros, por lo que la presión sobre nuestra economía altera el buen funcionamiento de esta. Japón tiene una deuda de 236,6% de su PIB, la mayor de todos los países del mundo, pero a pesar de ello, o gracias a esto, mantiene un tipo de interés negativo el -0,1% anual, una tasa de paro del 3% y la mayor parte de la deuda en manos de ahorradores japoneses. En España el 50% de los hogares no ahorran y el 30% lo hacen en un plan de pensiones privado. Saquemos las consecuencias.
Todo lo expuesto tiene como fin que entendamos que tenemos un país poco estructurado, que en épocas normales se va soportando, pero cuando viene alguna crisis, la que sea, todo empieza a desestabilizarse como una fila de fichas de dominó. Es necesario que realicemos reformas profundas, que entendamos que, desde lo público a lo privado, todo es un gran conjunto de parches y con una rueda así es imposible circular ni siquiera a velocidad de crucero, y aún menos cuando las circunstancias exigen mayor esfuerzo. Transformar las administraciones públicas, cambiar los modelos de empresa y mirar más a los mercados globales, es el reto que los gobiernos, instituciones e incluso ciudadanos deberíamos hacer para conseguir la tan conllevada sostenibilidad económica.
En esta ocasión no deseo terminar en el anterior punto de este artículo, pues como todo el mundo conoce ha sucedido algo que, de una forma u otra, nos atañe e incide en nuestras vidas. Me refiero a las elecciones en Estados Unidos que cerraban 4 años de mandato Donald Trump con un escenario económico poco optimista, pero que sin duda responde al problema de la pandemia que todos los países vivimos. Al margen de esto, el todavía presidente de USA ha marcado su mandato con hechos como la retirada del acuerdo climático de París, iniciar una guerra de aranceles en el comercio (en especial con China y la Unión Europea), una política exterior basada en incontinencias verbales generadoras de continuas tensiones y ya no digamos sobre su relación con los medios de comunicación, pero lo más esperpéntico ha sido poner en tela de juicio el propio sistema electoral y con ello arriesgar la propia democracia.
El resultado es que los americanos han elegido a Joe Biden y es de esperar que todo a partir de aquí vuelva a la normalidad, atípica si la queremos llamar así, pero la que ahora necesitamos: garantizar un modelo de equilibrio que nos conduzca a un futuro con visibilidad.
Artículo incluido en la edición en papel de la revista Actualidad de las Empresas Aragonesas en diciembre de 2020