RSC
Juan José Cubero Marín
Exprofesor titular de la Universidad de Zaragoza
jjcooperm@hotmail.com
El pasado 25 de septiembre se han cumplido ocho años de la aprobación por la Asamblea General de las Naciones Unidas, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, o como “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2.030 para el Desarrollo Sostenible”, (el documento final fue aprobado por unanimidad por 193 países, es decir, por todos los estados que componían en esos momentos las Naciones Unidas).
Es conveniente que se recuerde de qué va esta Resolución:
En el Informe de síntesis del Secretario General de las Naciones Unidas, sobre la Agenda de Desarrollo Sostenible después de 2.015, como un camino hacia la dignidad para 2.030, dice:
“Debemos adoptar con decisión las primeras medidas que nos encaminen hacia un futuro sostenible, con dignidad para todos. Nuestro objetivo es la transformación. Debemos transformar nuestras economías, el medio ambiente y nuestras sociedades. Debemos cambiar nuestra forma de pensar, nuestra conducta y nuestros hábitos destructivos. Se nos pide que debemos apoyar la integración de ciertos elementos esenciales: la dignidad, las personas, la prosperidad, el planeta, la justicia y las alianzas.”
Además de apoyar, según nos dice el Secretario General de las Naciones Unidas, debemos de trabajar para que se consigan los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, junto con sus 169 metas, cada uno en los ámbitos en los que se desarrollen sus actividades. Los sistemas educativos de los diferentes niveles académicos, tienen mucho que decir, desde la enseñanza primaria a la formación universitaria, incluida la formación profesional.
Habiendo consumido un poco más del 53% del total de los quince años, se puede asegurar que la difusión y publicidad de los ODS, ha aumentado de una manera considerable. Por todos los ámbitos profesionales, empresariales, e incluso el que corresponde a las Administraciones Públicas, se citan a estos Objetivos, aunque se utiliza más la expresión Agenda 2.030, pero la cuestión es, si se “hace lo que se dice”.
Una forma de comprobar el avance en el cumplimiento de las 169 metas sería si se difundieran los indicadores con los valores alcanzados para que todo el mundo pudiera dedicar más atención a aquellos con niveles más bajos de consecución alcanzada, esto no sucede. Es posible que esta situación esté influida por una alta politización de los ODS; lo que lleva a algunos a pensar en que “estos son mis ODS”, como si de un monopolio se tratase.
En muchas ocasiones hemos podido comprobar que hay un gran desconocimiento de lo que es la Agenda 2.030, asignándole a la misma, todo tipo de ideas que nada tienen que ver con ese “Camino hacia la dignidad para 2.030”. Todo esto evita que se trabaje por esos 17 ODS, que, en más de una ocasión, hemos difundido en esta sección de la revista A.E.A.
Pocos conocen que los ODS tienen un antecedente para el periodo 2.000 – 2.015, titulado los Objetivos de Desarrollo del Milenio; una iniciativa de las Naciones Unidas y que contemplaban los ocho siguientes:
Objetivo 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre.
Objetivo 2: Lograr la enseñanza primaria universal.
Objetivo 3: Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer.
Objetivo 4: Reducir la mortalidad infantil.
Objetivo 5: Mejorar la salud materna.
Objetivo 6: Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades.
Objetivo 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
Objetivo 8: Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.
Lo no conseguido en ese comienzo de siglo se ha incorporado y ampliado en estos nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible. En estos siete años que faltan para concluir este programa en el 2.030, aún se pueden hacer muchas cosas, pero para esto se necesita que se apliquen criterios de transparencia y difusión de las metas alcanzadas.