Federico Abizanda: «Los delitos de odio han aumentado un 33% en 2023»
Federico Abizanda
Miembro de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz
Abizanda ha estado ligado a la acción social y la gestión de las migraciones a lo largo de toda su carrera. Repasamos con él algunos de los proyectos, entidades e instituciones en los que ha trabajado y hablamos también de violencia, discursos de odio y del Día Mundial del Refugiado, que se celebra el 20 de junio.
Háblenos de su trayectoria profesional.
He estado involucrado desde siempre en el terreno de la acción social, la convivencia intercultural y la gestión de las migraciones, a nivel profesional como voluntario, tanto desde la Administración como desde diversas entidades sociales.
He trabajado en la Fundación SIP, en el Proyecto de Intervención Comunitaria Intercultural en la Fundación Ozanam, en ARAPAZ – MPDL Aragón a cargo de un proyecto de codesarrollo relacionado con el agua (AfricAgua) y también asumí durante un tiempo la representación en Aragón del Comité español de UNRWA, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos.
Fui Jefe de la Oficina de Inmigración del Gobierno de Aragón de 2008 a 2011 y, entre otros, coordiné la elaboración del Plan Integral para la Convivencia Intercultural en Aragón y del Plan Director de la Cooperación Aragonesa para el Desarrollo, también participé en la elaboración de la Ley de Servicios Sociales de Aragón.
Desde septiembre de 2023, coordino programas de inserción sociolaboral para personas solicitantes y beneficiarios de protección internacional y de acogida e inclusión de niños, niñas y adolescentes sin referentes familiares.
He compaginado esta actividad con la publicación de estudios sobre la inmigración en Aragón y con la docencia.
Durante las dos legislaturas de Javier Lambán ha sido asesor en materia de inmigración. ¿En qué consistió su trabajo?
He asesorado en las políticas competencia del Departamento de Ciudadanía y Derechos Sociales y he sido el encargado de coordinar internamente los dispositivos de acogida de emergencia de personas solicitantes de protección internacional a raíz de las crisis siria, afgana y ucraniana.
También participé en la elaboración de los planes estratégicos del Departamento como la Estrategia Aragonesa de Desarrollo Sostenible, el Plan Integral para la Gestión de la Diversidad Cultural en Aragón 2018 – 2021 o el Dictamen elaborado por la Comisión Especial de Estudio para analizar los efectos de la pandemia en las residencias de mayores.
¿Cree que ha habido en la sociedad un aumento de los discursos de odio hacia inmigrantes últimamente?
Sin duda. Y no sólo de los discursos sino también de los delitos de odio que aumentaron un 33% en 2023.
Hoy escuchamos cosas que pensábamos imposible escuchar hace tan sólo unos años. En mi opinión, hay dos problemas: los medios de comunicación (incluidas las redes sociales) y los mensajes que se lanzan desde determinados partidos políticos. Lo más preocupante es que el discurso de odio se ha instalado en las Instituciones en las que gobierna la ultraderecha. Es irresponsable porque, como hemos visto a lo largo de la Historia, la violencia verbal siempre precede a la violencia física, es la antesala del delito.
¿Cómo combatimos ese odio en el día a día?
A nivel macro, con más memoria, más democracia y más Estado de Derecho. A nivel micro, con nuestra actitud del día a día en la familia, el trabajo, la comunidad de vecinos, en el bar… fomentando y compartiendo espacios de convivencia con los “diferentes” y sobre todo transmitiendo valores positivos a nuestros hijos e hijas.
Háblenos de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz y del trabajo que desarrolla en ella.
La Fundación cumple justo ahora 40 años, nació en un contexto marcado por la Guerra Fría y el terror nuclear. Aragón tenía, al mismo tiempo, una fuerte presencia militar (incluida una base estadounidense) como un potente movimiento por la paz pionero en España.
Tras la aprobación del Estatuto de Autonomía de Aragón, el primer Gobierno de la Comunidad decidió incluir la paz en su proyecto cultural y, en 1984, le encargó al Centro Pignatelli, centro cultural de reconocido prestigio en Zaragoza de la Compañía de Jesús, poner en marcha un centro de investigación y análisis.
Fuimos la primera Comunidad Autónoma que incluyó la investigación en su proyecto de gobierno y todos los gobiernos la han mantenido hasta hoy. En nuestro Patronato están también presentes las Cortes de Aragón.
Trabajamos en varias líneas: disponemos de una biblioteca especializada, organizamos un seminario central anual por el que han pasado especialistas del mundo entero, producimos investigaciones y análisis, organizamos cursos en colaboración con la Universidad de Zaragoza, participamos en varios foros internacionales (somos parte del Sistema de Información Pública de Naciones Unidas) y convocamos las Jornadas Aragonesas de Educación para la Paz.
Estamos en plena guerra de Ucrania y genocidio israelí a la población de Gaza. ¿Está la paz más lejos que nunca?
Que no haya guerras no significa que haya paz porque la paz no es la ausencia de guerra, es la ausencia de violencia. No se trata sólo de la violencia física, hay al menos otras dos igual de importantes: una violencia cultural (el machismo, el racismo, la xenofobia o la intolerancia) y una violencia estructural (la pobreza, la desigualdad, la falta de democracia, la inseguridad alimentaria o el cambio climático).
No se trata tanto de convertir al mundo en Disneylandia – no lo es y nunca lo será – sino de tratar de entender los mecanismos que generan las violencias para prevenirlas y, sobre todo, para resolver los conflictos de forma pacífica. La paz siempre será imperfecta.
Los conflictos armados están en aumento: en 2022, 56 Estados sufrieron uno y se estiman unas 150.000 víctimas mortales.
Tres conflictos destacan: Ucrania, Myanmar y Nigeria. Pero no podemos olvidar otras situaciones muy preocupantes en Etiopía, Sudán, Yemen o el Sahel.
Hoy día, la mayoría de las guerras no son entre Estados sino dentro de ellos y los actores suelen ser no estatales: grupos paramilitares, mercenarios, terroristas, crimen organizado.
Como sociedad, ¿estamos insensibilizados contra las imágenes de guerra?
Cada vez más, porque sufrimos de una sobreinformación, sobre todo visual. Hemos visto tantas veces imágenes terribles que ya no nos afecta, no somos capaces de empatizar con el sufrimiento humano, todo parece una película o un videojuego.
El 20 de junio se celebra el Día Mundial del Refugiado. ¿Qué se pretende poner en valor en este día? ¿Cuántos refugiados hay en Aragón?
El Día Mundial del Refugiado sirve para rendir homenaje a las personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares debido a fundados temores de ser perseguidos por motivos de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas, pertenencia a determinado grupo social, de género u orientación sexual
Los últimos datos indican que había en 2023 unas 35.000 personas beneficiarias del Sistema de Acogida de Protección Internacional y Temporal en España de los que unas 2.300 estaban en Aragón.
Usted escribía hace unos meses en un artículo en el Periódico de Aragón que “urge alcanzar un Pacto Europeo de Migración y Asilo”. ¿Por qué urge y qué puntos debería contener este pacto?
El Pacto Europeo de Migración y Asilo que se aprobó el pasado 14 de mayo ha sido una oportunidad perdida. No responde a la necesidad que tenemos en la UE de poner en marcha políticas de gestión de las migraciones, sino que pretende tratar de resolver la gestión de las llegadas irregulares de personas a Europa.
Seguimos sin una política común de inmigración y de integración de los extranjeros ni un Sistema Común de Asilo o vías seguras y regulares de entrada. Y todo ello en un contexto en el que, sin inmigrantes, Europa morirá lenta pero seguramente.
El Pacto que se ha aprobado desde el enfoque de la Seguridad y no desde el enfoque de los Derechos Humanos y de la protección de las personas, se basa en la externalización de las fronteras y el retorno. Y quiebra el principio fundador de la UE de solidaridad: el Estado miembro que no quiera acoger podrá pagar 20.000 euros para evitarlo.
Básicamente se trata de pagar a los países africanos para que los migrantes no salgan. Si salen, hacer todo lo posible para que no lleguen. Si llegan, expulsarlos a la mayor brevedad, incluso a países no seguros en los que sus derechos y su propia vida correrán peligro.
Redacción AEA / LLM