Marketing Opinión

El estoicismo, nuestra kryptonita

David Viñuales Alquézar

Profesor de procesos comerciales
alquezardavid@gmail.com

“Si alguna vez quisieras fijarte en las cosas exteriores a fin de complacer a alguien debes saber que eso significa que has extraviado tu camino en la vida”. Esta afirmación tan categórica es de Epicteto que, junto con Séneca y Marco Aurelio, fueron los estoicos más prolijos. Epicteto escribió estas palabras en su libro Enquiridion, una guía para una vida virtuosa. Lo escribió en el año 100 D.C. y resulta, que sin saberlo, vaticinó lo que iba a ser el mundo casi 2000 años después: un mundo de virtud distraída. Epicteto se jactaba de conocer el alma humana, lo que hoy en día se traduciría en conocer el comportamiento del consumidor. El estoicismo, esta corriente filosófica que hoy  en día ha vuelto a estar de moda, aboga en cierto modo por anular el deseo. Y para la inmensa mayoría de los mortales, y para beneplácito de los marketinianos, esto es imposible.

El deseo es la base de marketing, tocar el resorte que te haga desear algo (que no necesitar). Tenemos la necesidad de beber, pero hay una multinacional en Atlanta que ha conseguido que ante esa necesidad fisiológica, pensemos en su marca: Coca Cola. Pero vayamos más allá. Las necesidades que más márgenes dejan son las necesidades del ego. Esto se puede escribir en piedra, nunca cambiará mientras el hombre sea hombre. Es decir, las aspiraciones, lo que nos gustaría ser, o mejor dicho, lo que nos gustaría que los demás pensaran que somos. Las RRSS han catapultado exponencialmente ese deseo. El “Lambo” y el Rolex de Llados (que encima te dice que no eres rico porque no quieres…) son icónicos y definitorios de una pseudo tribu urbana que se ven a sí mismos como potenciales millonarios. Llevar algo de según qué marca ha supuesto sinónimo de éxito por asociación, sin más, puesto que alimenta al insaciable ego. Te identifica con un estilo de vida, un savoir faire que ¡cómo no vas a merecer tu!. El marketing a veces invita a vivir en una mentira, pero es una mentira que desamaos comprar. La vanidad es un pecado capital muy rentable.

Volviendo a la raíz estoica, se predica que lo que conforma nuestra realidad es la percepción de lo que nos rodea y ocurre, no el hecho en sí. “Es el miedo a la muerte, no la muerte en sí, lo que no nos deja vivir” dice Epicteto. Nos formamos nuestro mundo a nuestra medida perceptiva. También me dio que pensar puesto que la percepción, lo que creemos que es verdad, define nuestros hábitos como consumidores “gastadores” irracionales. Por ejemplo, estás tan tranquilo en casa, y un medio de comunicación comienza a hablar sobre oleadas de casos okupas en segundas residencias. Tú no conoces a nadie que le haya ocurrido, y no te habías planteado ese problema. Cambias de canal y hablan alarmados de otra casa okupada en un pueblo costero de Murcia… “Ya lo han dicho en dos canales distintos”, piensas. De repente un problema inexistente hasta hace un rato lo percibes como un problema que exige una necesidad de solución inmediata para tu casa de la playa, y te lanzas a contratar una alarma. Nuestra percepción es muy permeable y cambiante. Por eso son tan agresivas algunas campañas de comunicación, llegando incluso a ser insultantes y de mal gusto en algunos seguros de salud.

Imaginemos que el estoicismo se instala como filosofía vital en la sociedad: de algún modo nos deshumanizaríamos, y seguramente sería el fin de una época dorada del marketing. Llegados aquí, en una cosa voy a dar la razón a Llados cuando afirma que “somos un conjunto de almas perdidas”.

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